Edimburgo, Stirling, Glencoe y Ballachulish, Skye, Drumnadrochit, Inverness, Cairngorms, Kintyre, Windermere, Lake District… Por debajo de ese futuro cercano corre mansamente, en instantes de sosiego, aunque con ese nervio suyo de cronopio piantado, feroz y voraz, el gran aventurero Julio. Va con sus vueltas al día picoteando los preparativos, salpicando manchitas de tinta en los mapas, descabalgando algunas previsiones por ver si alguno de los errores nos conducen a rincones conmovedores… Pero a ver, a ver… Yo, cuando me he puesto hace un momento ante el agujero blanco de la hoja de papel, quería escribir sobre otra cosa. Sobre la mitomanía, sobre los iconoclastas, sobre la gente indistinta y sobre el código social de los indistintos, sobre peterpanes de plastilina; y también sobre los monstruos que brotan de los negocios y sobre los negocios que brotan de los monstruos…
Michael Jackson ha muerto… Tranquilos, no voy a relatar la vida del difunto, porque a mí Michael Jackson me importa tanto como el vicegerente de la principal empresa de servicios de San Bebecaldos del Río, es decir, nada. Como ser humano le deseaba lo que, por defecto (mío), le deseo a todo ser humano: que le fuera muy bien. Es cierto que quizás venga bien usarlo como ejemplo de lo que mis hijos y los hijos e hijas de los demás deberían evitar, y ello sin recurrir más que a los hechos visibles, a las manifestaciones más claras y directas del finado, que no eran pocas.
Como digo, Michael Jackson no es el tema. Tampoco lo es directamente su música, alabada hoy por tantos: que si El Rey del Pop, que si un mito, que si una leyenda… No voy a insistir en que, en mi opinión, su música era efectista, machacona, simple y bastante estúpida. Todo como música, claro, porque si medimos el asunto por los dólares que produjo, el hombre fue un genio del show business, fuente de la que suele manar mucha basura y poco, poquísimo arte. Nadie puede negar que medio mundo ha bailado al compás de sus zarandajas, atraído por esa mezcla de psicopatía funky y movimientos ballet Zoom con complemento mano-en-los-huevos, pero ante todo por una distribución bestial y lujosa de sus pamplinas.
No obstante, el tema de esta entrada es otro, es el de esos entendidos, esos críticos oficiales u oficiosos que se creen expertos musicales por el mero hecho de acumular horas de audición y una gigantesca discoteca, esgrimiendo toneladas de eclecticismo y un caudal inagotable de aplausos generalizados, y creyendo que la música es una cuestión de información, y no de ilustrada sensibilidad. Estos profesionales del mundo musical comen de todo, igual celebran el último disco memorable de La oreja de Van Gogh que el de cualquier músico de veras. Los estilos son distintos, así pues, ¡alabanzas para todos, invita la casa! Lo que queda de aquel prehistórico Diego A. Manrique es una buena muestra del personaje del que hablo, con el agravante añadido de que este señor, imagino, debe plegarse a la publicidad musical pagada a sus jefes.
Pero si este tipo de entendido fuera el que aquí me interesa posiblemente ya andaría acabando, y no es así. Imagínense a un entendido que, bajo la capa de lisonjas que siempre tiene preparadas para sus críticas, esconde un corazón de literatura insólita…
Hace muy poco escribí en el blog de una amiga (que me permitirá seguro que no la nombre) un comentario sobre la muerte de Michael Jackson, indicando que el artista quedaría, más que en la de nadie, en la memoria de algunos críos, que descansarán de semejante figura paterna. Esto desató la desaforada defensa de un entendido amateur, y en esa defensa se deslizaron perlas como las que os reproduzco:
“Pobre Michael... como si no bastase con las cosas malas que se ha hecho a sí mismo, lo único que faltaría es que los demás renegásemos de todo lo bueno que tuvo para seguir haciéndole daño apoyado en habladurías, historias apócrifas y mierda esparcida”.
O esta otra:
“¿Cuál es el Michael Jackson verdadero? Pues seguramente todos ellos. Y entre ellos además hay un Michael que se cree un niño, que se niega a crecer, y que al pensar que es como ellos hace con ellos cosas que al código social que manejamos los demás nos rechina”.
Pobre Michael, ¿cómo se nos puede ocurrir hacerle daño con nuestro estúpido código social? A ese pobre chiquillo… de cincuenta años. ¡Maldito Capitán Garfio! Que aprendan los jueces cuando condenan a otros tantos pobres chiquillos ya creciditos, muchachos y muchachas de infancia triste y maltratada, y que acaban robando dios sabrá por qué. Como si no bastase con la vida terrible del ladrón o del asesino como para que ahora vengamos nosotros a joder la marrana con la justicia. Y que esos ladronzuelos de poca monta aprendan de Michael, que por evitar un juicio en el que era, obviamente, inocente, pagó sus buenos millones de dólares. Pero es que era tan bueno que incluso a esa madre arpía le quiso hacer el bien embadurnándola de dinero.
Pero me vuelvo a ir del tema. Hubo una intervención del entendido amateur donde rozaba la literatura insólita:
“Las personas que no somos distintas pasamos por el mundo sin que apenas se nos recuerde. Pero ese [sic] no es el caso de Michael. Él vivirá para siempre en la mente de millones y millones de personas que asocian su vida con algo bueno”.
Verán, esto lo entendí: ¿cómo alguien que, arrodillado ante el mundo de la farándula, se siente profundamente mediocre puede declararlo y a la vez exponer lo que piensa sobre todos los que lo rodean? Pues así, sin tapujos. Somos todos unos mediocres, y ahí tenemos a Michael, a Madonna, a Beyoncé, al Pato Donald… Lo que luego no entendí tan bien fue su rechazo ante la apelación que le hice como fan encendido:
“Gracias por lo de ‘fan encendido’, pero tengo una edad en que eso ya se cambió por ‘mitómano iconoclasta’, qué más quisiera yo!”.
Mitómano iconoclasta, ahí es nada. Debe ser como un socialista liberal, o como un encendido defensor de la oscuridad, aunque estos personajes sean bastante abundantes en la península ibérica… Eso sí, sólo un mitómano iconoclasta puede declarar esto:
“Pero de ahí a decir que los niños estarán más tranquilos ahora que se ha muerto… son posturas que me recuerdan mucho a otras que no me apetece recordar”.
Si llega a recordarlas, por lo que más quiera, que me las cuente, que ando preocupadísimo… Ay estos mitómanos iconoclastas… Eilean Donan Castle, Killin (39 escalones), Kilchurn Castle, Castlerigg Stone Circle, Inveraray, Stalker Castle, Wasdale…
4 comentarios:
El que pone el titulo de "rey de lo que sea" tiene desde luego una puntería envidiable, sin reparar en el pedazo de cenizo por razones evidentes... Al menos en lo que al universo musical se refiere.
El del rock y el del pop le dan uno una motivación republicana extra...
...Y el del pollo frito, directamente, ganas de asesinar...
Besos...
De acuerdo, querido Sir, querido Sandro. "Ni dios, ni patria, ni rey", que decía mi ácrata e iconoclasta abuelo Antonio. El que quiera y ponga un reyezuelo en su vida, cortesano será. Un amén ultra. Y un gozoso viaje y hasta la vuelta.
pues prefiero recordar 1º su genialidad como creador, su ductilidad, ritmo y armonía, artes que volcaba a su fase artística y que descuidó por razones expuestas en tu post, en lo personal.
abrazo que pesa un poco por el yeso,razón por la que escribo tan mal.
Bueno, vuelvo de tierras hermosas y me encuentro de nuevo con este tema, que aún en Edimburgo se me presentó con ese funeral-ceremonia idiota con que nos topamos en la televisión escocesa. Aunque, como dije, el tema Michael Jackson no era el tema principal de mi texto, sigo pensando que es un mero producto del show business, conseguido sobre algunas habilidades nada asombrosas de aquel chiquillo que su padre y esta sociedad vacía convirtieron en un monstruo ridículo. En fin, lo mejor: que Rosa María se mejore pronto... Besos y abrazos.
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