Debo elegir un libro para el viaje. Esta misma tarde se acabó La vuelta al día en ochenta mundos de Cortázar. Miro en el estante de libros pendientes y desecho con la mirada aquellos voluminosos y pesados (los de Ryanair son unos estúpidos obsesionados con los gramos en las maletas). Escojo varios. El primero el El sueño eterno, de Chandler, publicado por El País y traducido por Inés Navarro y Antonio Gómez. Leo el primer párrafo:
Eran aproximadamente las once de la mañana, a mediados de octubre. El sol no brillaba, y en la claridad de las faldas de las colinas se apreciaba aspecto lluvioso. Llevaba mi traje azul con camisa azul oscuro, corbata y vistoso pañuelo fuera del bolsillo, zapatos negros y calcetines de lana del mismo color, adornados con campanas azul oscuro. Estaba aseado, limpio, afeitado y sereno, y no me importaba que se supiese. Era todo lo que un detective privado y elegante debe ser. Iba a visitar a cuatro millones de dólares.
Entre Chandler y los traductores, decido por intuición que son los segundos los culpables de que devuelva el libro al estante. Y tomo otro. Sí, tal vez no estoy para ficciones, y éste me vendrá bien. La fuerza mayor, de Clément Rosset, subtitulado Notas sobre Nietzsche y Cioran, tiene un aspecto físico ligero y un prometedor subtítulo. Comienzo a leerlo y el Señor Rosset, protestando contra aquellos que magnifican en Nietzsche sus pensamientos dedicados al superhombre, a la voluntad de poder y al eterno retorno, se embarca en una descripción tan detallada como desvaída sobre la alegría vital. No me encuentro muy dispuesto a tragarme todas estas bobadas, por mucho que este hombre intente darles una apariencia filosófica. Peor aún cuando, hojeando el epílogo dedicado a Cioran, advierto que su superficialidad es tan insultante…
Cormac McCarthy, En la frontera (Debolsillo, traducción de Luis Murillo Fort). Tantos hablan maravillas de este hombre. El nuevo Salinger lo llaman:
(…) Cogió los pantalones que colgaban a los pies de la cama, la camisa, el chaquetón de loneta forrada con lana de manta y las botas y se fue a vestirse a oscuras en la cocina al tenue calor del hornillo y sostuvo las botas a la luz de la ventana para distinguir la derecha de la izquierda y se las calzó y salió a la cocina y cerró la puerta.
Es decir, que cada cual escriba como le salga de la entrepierna, y que los lectores aprendan a no asfixiarse con estos experimentos. Quizá sea el traductor, o tal vez la misma imprenta que se comió algunas comas, pero la historia comienza poco interesante y encima casi me da una parada respiratoria, así que mejor lo dejamos…
Total, que aquí ando decidiendo si me llevo un clásico, Las aventuras de Oliver Twist, de Dickens, o un libro cuya lectura hube de detener hace un tiempo, y que me pareció más que decente, Cuentos. Antología, de Julio Ramón Ribeyro. Pero para suavizar esta hartura que describo arriba, os regalo una cita del bueno de Julio, uno de los últimos párrafos de su vuelta al día:
Detesto al lector que ha pagado por su libro, al espectador que ha comprado su butaca, y que a partir de allí aprovecha el blando almohadón del goce hedónico o la admiración por el genio. ¿Qué le importaba a Van Gogh tu admiración? Lo que él quería era tu complicidad, que trataras de mirar como él estaba mirando con los ojos desollados por un fuego heracliteano. Cuando Saint-Exupery sentía que amar no es mirarse el uno en los ojos del otro sino mirar junto en una misma dirección, iba más allá del amor de la pareja porque todo amor va más allá de la pareja si es amor, y yo escupo en la cara del que venga a decirme que ama a Miguel Ángel o a E.E. Cummings sin probarme que por lo menos en una hora extrema ha sido ese amor, ha sido también el otro, ha mirado con él desde su mirada y ha aprendido a mirar como él hacia la apertura infinita que espera y reclama.
Hasta la vuelta. Os recordaré desde el paraíso de las Tierras Altas…
7 comentarios:
Buen viaje, Sir. Ya nos contarás a la vuelta.
Besos.
Mejor no te lleves nada, don Casacarrabias, que allí donde vas hay enormes y buenísimas librerías llenitas de libros en VO.
Y relájate un poco, mi arma, que estás de vacaciones.
Bicos.
Como decía el conejo de Alicia, ¡me voy, me voy, me voy...!
Besos a las dos, el de Leo sincerísimo, el de Lula de compromiso :-p
Buen viaje.
Envidia cochina que me da...
Que lo paseis bien...
...y dise la maquina de tabaco...
Seguro que acabas encontrando algo que merece la pena leer. Y si no, por lo menos descansas. Buenas vacaciones y aprovecha los minutos, que el invierno es larguiiisimo.
Gracias a los tres por los buenos deseos previos a este lindísimo viaje que nos hemos metido entre pecho y esp... y corazón. Al final, Carmen, me llevé el libro de Ribeyro, sobre todo porque eran cuentos y sabía que no tendría mucha tranquilidad durante el viaje, y he descubierto a un grandísimo escritor, la verdad. Hay algunos cuentos increíbles... Por cierto, uno de los libros que esperan en el estante de inminentes es uno titulado Sujetos pasivos. Tal vez conozcas a la autora... Besos a los tres y gracias de nuevo.
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