Hay epitafios de los vivos a los muertos, y hay epitafios de los muertos a los vivos. Algunos los encomiendan aún en vida los propios difuntos; otros, sin embargo, son mensajes imposibles de los que quedamos, notas siempre insuficientes, vanamente invocadoras que acaban convirtiéndose en una reflexión (nunca mejor dicho) sobre la muerte y la vida. Pero es cierto que, leyéndolos, la primera conclusión que uno saca de los epitafios es la de que existe el tiempo, esa cuarta dimensión donde flotan tantas oportunidades desperdiciadas de vivir...
6 comentarios:
"Perdonen el polvo" Dotothy Parker.
Uy, es verdad, se me olvidó el humor... Menos mal que tenemos a Lula. Besos, papafrita.
Beso desde la cuarta dimensión, mi queridísimo ;)
Hace algún tiempo, un amigo que andaba por la amazonia me contó un, para nosotros los occidentales, cuando menos curioso suceso:
Un niño, hijo de un indigena con el que entabló amistad, había muerto el día anterior; mi amigo, viendo su actitud, como si no pasara nada, le preguntó si no sentía dolor por la muerte de su hijo, a lo que el indio (salvaje como se les dió en llamar hace escasamente un siglo) contestó que era lo natural (en su mundo, entenderíamos nosotros).
Mi amigo, biologo por más señas, que se encontraba haciendo un estudio del gobierno español con la intención de que la población indígena se asentara en un trozo de tierra,con intenciones nada loables por parte de nuestro gobierno, quedó asombrado en un principio y, después de madurar la sencilla respuesta, llegó a la conclusión de que para los que viven en simbiosis con la naturaleza es tan natural y lógico la vida como la muerte, y que tan acostumbrados están a ello, que no se puede entender la una sin la otra.
¿no amaría ese hombre a su hijo como nosotros a los nuestros? ¿será que interpretamos la vida como algo unico, la sustancia, el fin unico de nuestra existencia?
La muerte, entendida a nuestra manera, es soledad, pena, dolor...
en algunos casos liberación, descanso, paz.
Juzgamos desde nuestro lado lo que desde el otro desconocemos.
Pero si, seamos practicos y exterioricemos nuestros sentimientos tal y como nos crecen dentro. Porque al fin y al cabo estamos hecho de sentimientos, los nuestros y los de los demás que al tiempo podemos llegar a compartir; pero no pongamos en boca de los que no estan, lo que nos han hecho sentir con su partida.
¿dolor? si, el nuestro.
¿pena? si, la nuestra.
¿Ellos? ... estan en nosotros.
Nota:
Cuñao, siento haberte defraudao:
Yo tambien se pensar en otra cosa que no sea sexo.
Te quiero.
Hombre, ya sabía yo que podías pensar en algo más que en el sexo... La neurona que tenemos todos los hombres hay veces que no está para líos y puede dedicarse a otras cosas, y cuando a uno no le gusta mucho el bricolaje, pues eso, que hasta se puede pensar en la vida y en la muerte.
De todos modos, unas cuantas cositas: desde el otro lado es imposible conocer nada, y por eso el dolor, la pena y los mismos que se nos van acaban siendo todos nuestros, no son nada sin nosotros. De ahí que siempre haya pensado que los muertos no se van al cielo, sino que se van a vivir en los vivos. Por otra parte, los epitafios suelen ser expresión de los sentimientos del que se va, dejados antes de irse, o del que se queda sobre lo que siente hacia el que se va. En tercer lugar, más allá de esto, no es descabellado pensar que el que se va podría haber pensado esto o aquello, podría haber querido de nosotros algo porque lo conocíamos y sabíamos de su forma de pensar y sentir. Esto nos puede ayudar bastante, te lo aseguro.
Por último, no me defraudas, sino que confirmas que, a pesar de haber estudiado (o haber hecho como que estudiabas) en el Martíneza Montañés, tienes en la cabeza algo más que pelo y nariz.
Yo también te quiero, cariño. Je, je... Pa tener sólo un cuñao, vaya la suerte que he tenido...
Ah, por cierto, que lo de la pachorra de los pigmeos esos que hablabas, que muy bien, que para los pigmeos. La muerte de un hijo le duele hasta a los mosquitos...
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