Amelia, Armando, Vanesa, Maribel, mi buen amigo Carlos Moriano… ¡Y no nos hicimos fotos! Mis niños de Las Hurdes, convertidos en unas personas tan adorables como hace veinte años… Pero al día siguiente no se me olvidó hacerme la foto con Elena y Laura, en cuyas miradas reconocí algo inolvidable que había descubierto en el pasado…
Y con las ganas de haber visto a Virginia y a Sandra, y a otros muchos de mis niños, partimos para Gredos. La sierra nos recibió así, tan hermosa, que tuve que detener el coche antes de llegar al pueblo.
Desde el balcón de El Pilar, la maravillosa casa rural de Teresa y Gema, se veían cosas así…
El primer día de Gredos amaneció oscuro, así que decidimos conocer Ávila, una ciudad en la que tal vez no me quedaría a vivir, pero que para un paseo nos pareció absolutamente linda.
Pero la sierra nos llamaba, la nieve lucía allí, tan cerca, casi al alcance de la mano. Al día siguiente subimos a la plataforma, y luego de que los niños se pusieran como una sopa revolcándose por la nieve, los más avezados subimos un trecho hasta la soledad adorable de la montaña.
Desde El Pilar, cada mañana, asistíamos a esta visión, siempre maravillosa, siempre distinta…
Por cierto, en Hoyos, cerca de la carretera que baja hacia el Centro de Interpretación, y que luego sube a la Plataforma, está la casa de mis sueños…
Luego de que Adrián y José Mari esquiaran en La Covatilla, tomamos un café en Candelario, donde hemos vuelto tantas veces…
Un nuevo día, de mañana dimos un paseo pueblo arriba, hacia un pequeño bosque de pinos que dominaba Hoyos del Espino y la sierra…
Tras comernos un bocadillo riquísimo en las alturas, bajamos y, mientras José Mari y Ana se paseaban a caballo, Juan y yo decidimos partirnos las piernas por aquellas fabulosas cuestas… Y vaya si mereció la pena…
Un nuevo día… Decidimos bajar por el Puerto del Pico, recorrer la Vera, llegar a Garganta la Olla, cruzar al Jerte, hacia Piornal, y luego volver por el puerto de Tornavacas a Hoyos del Espino. Al final fue demasiado trayecto, pero visto lo visto tampoco creo que nadie se arrepintiera… Comenzamos parándonos en Guisando, donde buscamos inútilmente los celebres toros… Inútilmente lo digo en todos los sentidos… :-(
Luego visitamos El Raso, donde, un poco más arriba, había un castro celta muy interesante. El paseo por él fue realmente agradable.
Piornal y el Valle del Jerte, con muchos cerezos en flor, y el valle a punto de estallar de hermosura… Lástima que fuera tan tarde, y que fuera sábado, el día anterior a la partida…
La mañana del domingo, para despedirnos, Hoyos amaneció de este modo…
Gracias a Teresa, a Gema y a su familia por su amabilidad y porque es un verdadero placer estar en su casa y en su tierra.