martes, 2 de julio de 2013

Sobre la memoria y el olvido

CM350_GAusterlitz, el personaje de Sebald, regresa al lugar donde nació. Poco antes de que los alemanes ocuparan la entonces unificada Checoslovaquia, el niño fue enviado a Gales y puesto a salvo del desastre inminente. Sus padres permanecieron en la ciudad con la pretensión de partir unos días después, pero el mazazo de la terrible ocupación nazi fustró sus planes, y tras su confinamiento en uno de los campos de concentración fueron asesinados como tantos otros judíos.

Austerlitz visita la pequeña fortaleza de Terezin, en la República Checa, y buscando gente con su apellido encuentra a Vera, su antigua nodriza, vecina de la familia, que lo ayuda a reconstruir su pasado. Con ese poso imborrable de melancolía que siempre dejan los grandes sufrimientos, Vera relata la vida de la madre de Austerlitz en Theresienstadt (nombre alemán para Terezin), un pueblo que los alemanes tomaron y convirtieron en un gueto judío. Lo clausuraron con muros y lo utilizaron, además, para filmar una película de propaganda titulada El Führer regala una ciudad a los judíos, para la que adecentaron las calles y mostraron a la población realizando todo tipo de actividades cotidianas. De hecho, en los preliminares de la grabación, aquellas pobres personas creyeron que el régimen nazi se apiadaba de ellos, y por unos días renacieron en ellos las esperanzas de que aquella pesadilla por fin terminaría. La gran mayoría de la población fue trasladada a campos de exterminio y asesinada. Hoy Terezin es un museo vivo y punzante de la ignominia…

Recuerdo a Sebald y su Austerlitz porque el otro día consultaba varios libros sobre las víctimas de nuestra Guerra Civil. Mi abuelo paterno, en busca y captura no sé muy bien por qué motivos (tal vez pequeños hurtos), fue descubierto y denunciado por un cura y encerrado en la cárcel de Sevilla. Poco después, un 9 de noviembre de 1936, fue sacado de la cárcel y fusilado por el bando de guerra. El general Queipo de Llano fue quien tomó Sevilla y el que garabateó en un tosco y petulante castellano estos bandos de guerra. Se estima en miles los muertos que produjeron sólo en la ciudad, una ciudad en la que, salvo en el barrio de la Macarena, apenas hubo resistencia a la ocupación militar. Muchos miles más fueron los asesinados en los pueblos de la provincia, en los que Queipo de Llano llegó a imponer un número mínimo de fusilados, y en los que cualquiera que hubiera expresado de alguna forma su libertad política y de conciencia se convertía automáticamente en delincuente.

Queipo en Sevilla

Hoy, los restos de este sujeto, que fue despreciado incluso por su propio régimen, y que fantoche y socarrón apodaba al dictador Franco Paca la culona, descansan en la basílica de la Macarena, en el mismo barrio que opuso la última resistencia al fascismo en la ciudad. Entré en la basílica hace sólo Tumba de Queipo de Llano en la basilica de la Macarena Queipo de Llanounos años. Mi amiga alemana Heidi nos había visitado en Semana Santa, y al pasar cerca del edificio, que bullía de gente, no quise dejar de responder a su curiosidad. Mientras Heidi tomaba fotos de las recargadas orfebrerías de la iglesia y los pasos, yo sentía un asco insoportable.

Hoy pienso que sí, que la memoria del sufrimiento produce melancolía, porque el tiempo sólo corre hacia delante y los efectos de la maldad y la injusticia nunca tendrán solución. Pero infinitamente peor que el dolor de la memoria es el olvido, la incapacidad para, con el sosiego de la paz recuperada, colocar los huesos indignos de un asesino en un lugar donde todos podamos evocar la indignidad y reflexionar sobre ella… Aunque, si bien lo pensamos, igual una iglesia es justo el lugar adecuado para que descansen los huesos del carnicero, un lugar donde, consciente o inconscientemente, se venera el olvido ―el del pasado y el de uno mismo―, la tradición sangrienta, la resignación del rebaño, la muerte como triunfo, la indignidad en suma…

4 comentarios:

trimbolera dijo...

Quiero decírtelo aquí, en el blog:
YA TENGO EL LIBRO.
MIQUIÑO MÍO ya está en mis manos, ahora sólo me queda leerlo y disfrutarlo.
Besicos

Sir John More dijo...

Y será el Miquiño más esperado, y no dudo que no habrá nadie que lo disfrute más y mejor que tú, tanto sí, pero no más... Un beso, Angelines.

Andrés dijo...

Hola: sí, cuantos huesos que descansan en el lugar equivocado (honrando el olvido, como dices, y por expresarlo suavemente) y cuántos que aún no descansan en ningún lado donde honrarles.

Mientras no se recoloquen tantos huesos en uno y otro sitio, este país no habrá dado el paso definitivo hacia su des-fachización.

En ese sentido, Alemania es ejemplar: utilizar y honrar la memoria, aunque sea vergonzante, para la educación.

Sebald es estupendo: yo leí "Historia Natural de la Destrucción", del todo anti-políticamente correcta, y aún recuerdo las descripciones totalmente explícitas de los bombrardeos aliados en las capitales alemanas.

Un abrazo, y buen verano. AM.

Sir John More dijo...

Pero me temo, Andrés, que no hay muchas esperanzas de que todo esto se recomponga, de que comencemos a ser más civilizados. Al contrario, todas las pistas conducen a lo peor...

Con Sebald tengo la suerte de aún no haber leído todo lo suyo, y ése es uno de los libros que me faltan.

Mis mejores deseos, amigo.