domingo, 1 de enero de 2012

Fin de año

Negative0710

Cuando sonó la última campanada todos aplaudimos, y de pronto se apoderó de la gente una sensación extraña con la que, creo, todos supimos lo fácil que es quererse. Justo en ese instante, ningún problema parecía capaz de impedir que el cariño se derramara por el atestado salón. Nos besamos y abrazamos, viejos, adultos y niños, mientras una lágrima irremediable asomaba en mis ojos, porque pensaba en mi madre y en el extraño y enternecedor paisaje que acaba siendo el pasado. A ella le hubiera gustado tanto estar allí… Cada beso que daba, a mi hermana, a mis sobrinas, a mis hijos, sólo en parte eran besos míos, porque su carne, su presencia me guiaba y era ella, cuanto fue, quien se materializaba en el sentimiento puro que inundaba mi corazón.

Pero nadie crece un solo centímetro fuera del terreno abonado de su soledad, y por eso no tardé en verme dentro de mi piel. Reconozco que pasó casi un minuto de la medianoche antes de que mirase a mi alrededor, buscando el vehículo fantasma que me llevaría a París, para pasear bajo la lluvia sin miedo a mojarme, para escribir esa novela eternamente postergada, para tomar un whisky con el dulce espectro de Julio o dar una vuelta en bicicleta con Emil, para abrazar callado a Julio Ramón, para descubrirme tal vez a mí mismo, suavemente zarandeado por risas abiertas y besos de fin de mundo, o descrito con rigor en un poema cabrón que el viejito Benedetti le compuso a la gravedad del amor. El coche llegó, ¿acaso lo dudaron? De hecho llega cada tanto a mi alma y en él viajo por encima de los tejados, hacia lejanas tierras, entre acuarelas y canciones, en el aroma imprescindible de los que quiero y querré eternamente, rozando por momentos la esquiva felicidad…

Leonid Afremov - Early Morning in Paris

4 comentarios:

trimbolera dijo...

Como te comprendo !!

Noite de luNa dijo...

Se van. Siempre se quedan.

Un abrazo

Anónimo dijo...

Uf!!! me has emocionado barbas, Requetemuá!!!

Sir John More dijo...

Besos a las tres. Y cuídese mucho, Anónima...