jueves, 24 de febrero de 2011

Austerlitz, W.G. Sebald

WGSebaldY en ese espantoso estado de ánimo me pasaba horas y días mirando a la pared, me atormentaba el espíritu y aprendía poco a poco a comprender lo horrible que es que incluso la tarea o el deber más nimio, como, por ejemplo, ordenar un cajón de cosas diversas, pueda ser superior a nuestras fuerzas. Era como si alguna enfermedad ya latente en mí se dispusiera a declararse, como si algo desmoralizador y obstinado se hubiera metido en mi interior y, poco a poco, lo paralizara todo. Sentía ya tras mi frente la infame apatía que precede al desmoronamiento de la personalidad, sospechaba que en realidad no tenía memoria ni capacidad intelectual, ni una verdadera existencia, que durante toda mi vida sólo me había ido extinguiendo y apartando del mundo y de mí mismo. (pp. 125-126)

 

Desde que los alemanes habían dictado las normas aplicables a la población judía, sólo podía hacer sus compras a determinadas horas; no podía tomar un taxi, tenía que viajar en el tranvía en el último coche, no podía ir a un café ni al cine, ni a un concierto o cualquier reunión pública. Tampoco podía ya subir a un escenario, y el acceso a las orillas del Moldava, a los jardines y parques que tanto le gustaban, le estaba vedado. A ninguna parte donde hay verde puedo ir, dijo una vez, y añadió que ahora comprendía realmente lo hermoso que era poder estar sin preocupaciones contra la barandilla, en un vapor fluvial. (p. 174)

5 comentarios:

trimbolera dijo...

Es morir antes de morir !!

Isabel dijo...

Pues sí, es para reflexionar la cantidad de personas que están sufriendo condiciones parecidas todavía, aparte de las desaparecidas.

Sir John More dijo...

Y notar, Angelines, la suerte que tenemos de disponer de tantos detalles a nuestro alrededor... Besos.

Es vertiginoso pensar en eso, Isabel, sobre todo pensar en los niños... Vida incomprensible la nuestra, ¿verdad?

RosaMaría dijo...

Qué prosa genial, hace del dolor algo bello pues muestra cosas que miramos sin ver a veces. Un abrazo.

Sir John More dijo...

Me avisaron, Rosa María, que el estilo de este hombre era "otra cosa", un modo de contar distinto y sorprendente, y es cierto, los dos libros que leí de él tienen mucha personalidad, y sobre todo eso, a pesar de su oscuridad, muestran cómo se puede mirar el mundo de otra forma. Abrazos.