lunes, 1 de abril de 2013

Miquiño mío…

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Siempre he pensado que el género epistolar no sólo es uno de los más desconocidos, sino también de los más interesantes y hermosos, sinceros y naturales que la literatura pudo nunca ofrecernos.

En estos días, en los que la primavera comienza a estallar en Sevilla, regando el suelo de esa nieve de azahar que perfuma hasta el último rincón de nuestros corazones, de la mano entrañable de la editorial Turner, Isabel Parreño y yo contemplamos cómo las cartas de Emilia, todas las que resistieron el vendaval del tiempo y de la historia, vuelven limpias, ordenadas, dibujando con mimo, con humor y con pasión, la historia de amor de una mujer increíble.

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lunes, 18 de marzo de 2013

Crear o creer

Papa Francisco

Si el ciudadano medio, el ciudadano obediente se resistiera a dar tan fácil crédito a todas esas verdades sagradas y civiles con las que lo bombardean desde que nace, al mirar en derredor no saldría de su asombro y se quedaría encerrado en el pasmo de los sucesos como un niño en el laberinto de espejos.

Este ciudadano despierto comprobaría, por ejemplo, cuán vergonzosa es la feria de espectros que cada tanto se organiza en ese estado dictatorial y machista que es el Vaticano, un negocio opaco y millonario que gestionan y promocionan unos tipos feos, pálidos, afectados y en muchos casos, como atestiguan no pocas sentencias judiciales, pedófilos y delincuentes, o en su caso encubridores confesos de abusadores de niños.

Ni sus viejas y permanentes relaciones con la mafia, ni sus escándalos bancarios y empresariales; tampoco el lujo repugnante que exhiben, ni su política salvaje y criminal en relación con el SIDA o la planificación familiar; ni siquiera su milenaria y documentada historia de sangre y corrupción importan nada cuando un abuelete sonriente, de turbio pasado, sale al suntuoso balcón de San Pedro y le farfulla al mundo que Dios es capaz de perdonarlo todo. En su presuntuoso desvarío da por hecho que todos somos hijos de su Dios atrabiliario, que la humanidad se postra ante su grotesco poder y que los mejores sentimientos humanos son ancestral patrimonio de su empresa, cuando basta mirar bajo sus carísimas ropas para advertir que en los sótanos de esa iglesia crepita y apesta un infierno de inmundicia secular.

Quino

(obra del genial Quino)

Pero lo peor de todo, lo que ha permitido que una institución tan podrida como la iglesia católica haya llegado hasta nuestros días, es que el ser humano se muestre tan incapaz de comprender la estupidez de sus postulados, la tosca falsedad de sus enseñanzas, el truco ridículo e indignante de sus liturgias, la continua exaltación de la enfermedad que, desde los altares, estos enviados de la nada hacen cada día y en cada rincón del mundo.

A diferencia de los animales, y por tener la capacidad de ser consciente de sí mismo, el ser humano se ve impulsado a la trascendencia, a una búsqueda del sentido de las cosas que puede ser un fecundo juego creativo, un intento falible de aumentar el bienestar y la felicidad de las personas, o por el contrario convertirse en una trampa infalible que lo devuelva a la esclavizada animalidad. Afrontar la vida creando valores propios, aprovechando los esfuerzos que tantos otros hicieron por indagar en este mundo con la intención de hacerlo más habitable, eso es aceptar el reto de vivir. Creer en dogmas de cualquier iglesia nos dispensa de esta inquietud vital y nos convierte en mansos borregos que, repitiendo oraciones, viven un constante simulacro de libertad, y se debaten entre las cercas que los pastores, caprichosa e interesadamente, van estableciendo alrededor de nuestro juicio y nuestra cordura. Si elegimos ser, luego tendremos que optar por crear o por creer

En lo que a mí respecta, el Papa, ese personaje patético que una manada de monstruosos, sobrealimentados y siniestros individuos eligieron quién sabe con qué oscuros intereses, no me dirá nada hasta que no disuelva el tinglado de muerte y mentira que dirige, y hasta que no predique a los cuatro vientos que el bien y la verdad no son los adornos del poder de ningún ser supremo, sino la fuerza misma del ser humano, la afirmación que nos permite razonar más y mejor y organizarnos en bien de nosotros mismos y de la humanidad, con amor y humor, sin fervor ni súplicas ni rezos ni pecados, sin adorar a ningún becerro de oro (no otra cosa es la jodida iglesia) y sin llenar las cabezas de los demás de ideas peregrinas y acatamientos interesados.

Crucifx

(otra obra del genial Quino)

No es la religión la que salva al hombre de las guerras, las injusticias y la miseria, sino la desaparición de las creencias institucionalizadas y la inauguración de un tiempo en el que los seres humanos se coloquen ante sí mismos y ante los demás, se miren con atención, dialoguen y, sin libros sagrados ni extravagantes pastores celosos de su rebaño, se pregunten cómo pueden salvarse mutuamente en este mundo, en éste, en el único mundo que nuestros sentidos (incluido el común) nos permiten conocer, en este mundo hoy envenenado por la ciega fe y por el comercio organizado y criminal de los valores, fe y comercio en el que la iglesia católica tiene más de dos mil años de experiencia.

miércoles, 6 de febrero de 2013

Disquisiciones patosóficas

Si Dios existe, espero que tenga una buena excusa (Woody Allen)

Cartel-Utopia-Leo-BassiEl sábado acudí al Teatro Quintero, donde Leo Bassi daba la segunda función en Sevilla de su espectáculo Utopía. Sólo había visto a Bassi en televisión, en su traje de cómico furibundo que mancha la ropa a los espectadores y los aterra con sus locuras.

Bassi salió al escenario elegante, se sentó en un banco y comenzó a hablar muy sereno de la ruina actual, y yo me pregunté: ¿cómo hará este buen hombre, él solito, sin otros actores, para mantenernos aquí sentados durante hora y tres cuartos? Unos instantes más tarde, cuando el buen hombre comentó que la función estaba a punto de finalizar, yo no salía de mi asombro… Me lo había pasado tan bien…

Leo Bassi es un tipo adorable, con apariencia de gruñón y de gamberro, sí, pero con una cultura exquisita y un alma cautivadora. Y así nos regaló hora y tres cuartos de risa, de emoción, de nostalgia, de humanidad pura y dura, hora y tres cuartos de fascinación ante un payaso en toda regla.

Poco antes del final, Bassi hizo una reflexión que me gustó: estos políticos que nos gobiernan en España, los del gobierno de ahora, los del anterior, muchos de los aspirantes a gobernarnos, creen que somos idiotas, que no entendemos nada, que pueden engañarnos con facilidad. Todos los días tratan de embaucarnos, y no pocas veces lo consiguen. Pero ¿cuándo comenzó esto, quién fue el primero que nos mintió, quién inició este engaño sistemático de las masas, a estas alturas refinado con las más depuradas técnicas publicitarias y políticas? Entonces Bassi se detuvo, se colocó en postura predicante y nos bendijo con su mano sagrada.

Sí, la religión, la iglesia es la primera manifestación fundada en el engaño sistemático y en la búsqueda de réditos económicos y de poder temporal. Por supuesto, las religiones monoteístas son sólo la continuación perfeccionada de una ilusión que viene, en algunos casos, de miles y miles de años atrás, ilusión que les sirvió a aquellas primeras criaturas para calmar su desamparo y su ignorancia. Pero hoy sabemos que ninguna organización ha conseguido alcanzar un nivel tan alto de perfección en la mentira como estas empresas organizadas del espíritu, materialistas y facinerosas a niveles aterradores.

Cristo sangranteTambién resulta asombroso cómo un truco lógico tan burdo como el utilizado por estas religiones ha conseguido que millones y millones de personas crean en sus mentiras. Imagino que ese esquema tan simple y vicioso que apela a la fe para convencer a la gente de que Dios existe es la piedra filosofal de todos los publicistas, a quienes por cierto Bassi también culpó en parte de este desastre cultural en el que sobrevivimos. Sí, convencer a gente instruida, inteligente y crítica de que la prueba fehaciente de que Dios existe se encuentra justo en su propio acto de creer es el invento de los inventos, porque no sólo es una idea simple y directa, sino incontestable. Quienes no tenemos fe no podemos entender la cuestión, ni siquiera podemos ver a Dios hasta que no dispongamos de esa iluminación divina, de punto oscuro en nuestra razón. La fe, además, no es una manifestación cultural más, sino un regalo que el mismo Dios envía a los elegidos. Y oiga, ¿quién va a rechazar a estas alturas un regalo? Estas mismas reflexiones que hago no significarán nada para los fieles creyentes, porque su creencia posee incorporada protección anticríticas. No necesitaré decir, pues, que no pretendo con este texto convertir a ninguno de ellos, aunque siguiendo la lógica recursiva de la fe, cualquiera de mis buenos amigos cristianos bien podría dar un paso en falso, apagar sin querer el antivirus durante un instante, y de pronto cuestionar no tanto la existencia de Dios, sino la inmanencia y la necesidad de la fe, y de ahí a ser uno mismo y mirar a Dios con ojos algo más razonables va sólo un pasito de nada.

PatoBassi, en su espectáculo, nos propuso una alternativa: la Iglesia Patólica. Nuestro amigo reconoció la necesidad que todos tenemos de dioses, de algún dios bueno, que nos deje vivir sin rodearnos de cantamañanas ridículos y de rancias liturgias, que crea en el ser humano, que ame a los niños sin toquetearlos, un dios que, falible, no sólo no imponga castigos sino que sepa llorar y sienta debilidades, un dios ingenuo sin afán de exclusividad, un dios con humor. Y para el cargo no se le ocurrió otro que el patito amarillo de goma con el que todos hemos jugado en la bañera de pequeños. La Iglesia Patólica considera sagrados el humor y la risa como expresión más alta de la inteligencia humana, como camino más directo a la felicidad. En sus textos, el Patolicismo reconoce “valores fundamentales como la humildad, el optimismo y el espíritu lúdico, pero reivindica también el derecho a la burla como acto transcendental”. Se declara heredero de la Ilustración y defensor de la duda que nos salva de oscurantismos, totalitarismos y supersticiones. Es una Iglesia nada idólatra ni intolerante, y por tanto una religión nueva y muy distinta de las existentes. Yo añadiría, además, y no es moco de pato, que nos ahorra todas las milongas con las que las Iglesias actuales suelen marear a sus fieles…

En el barrio madrileño de Lavapiés, el Sumo Pontífice Bassi abrió una primera capilla dedicada al dios Pato, y en ella tienen lugar varios ritos, entre los que se encuentran bautizos pero nunca a menores de dieciocho años, puesto que los bautizos a niños son considerados en esta nueva religión como anti-páticos. Y no es menos importante la creencia patológica en un mundo mejor, que no está en otros mundos, sino en éste. Es este mismo mundo, pero mejor, y por eso esta Iglesia quiere que sus fieles… no, no, perdonen, esta Iglesia, como dijo Bassi, no tiene fieles, sino amigos… así pues, la Iglesia Patólica quiere que sus amigos luchen por un mundo mejor, enfrentándose a los poderes que instituyen hoy día la injusticia y la esclavitud de las conciencias, entre los que se encuentran, y la mar de bien situadas, las religiones monoteístas y sus lucrativos negocios eclesiales.

Gloria al Pato, amén.

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lunes, 21 de enero de 2013

Las hojas muertas

LondresAún no había amanecido. La mañana estaba fría, con un frío preñado de humedad que atravesaba los abrigos hasta clavarse literalmente en los huesos. La gente se atareaba arriba y abajo camino de sus obligaciones, con esa prisa característica del que huye. La mujer es muy alta y delgada, morena, y debió ser muy guapa antes de que la intemperie y probablemente la locura le enmarañaran el pelo y le trastornaran los rasgos. No debe tener más de treinta o treinta y cinco años. Antes siempre iba masticando una prenda vieja, pero hace tiempo que camina con los brazos cruzados sobre el pecho, mirando al suelo, encorvada por el frío. Esta mañana vestía el mismo jersey negro de cuello alto y el mismo vaquero ajado de siempre. Estaba sentada ahí delante, en un pequeño escalón, apoyada sobre el sobrio e inmaculado escaparate del banco donde tenemos nuestros pequeños ahorros, encogida sobre sus piernas largas. Llevaba el vaquero mojado, creo que se había orinado encima. Debe ser complicado controlar los esfínteres con tanto frío…

Cien metros más allá estaba él, descansando sobre un poyete y absorto en su revista de pasatiempos, despierto y jovial, engordando sin lujos, cerca del colchón sucio donde aún dormitaba el enorme perro que le da calor y compañía. Habían limpiado los cristales del espacioso local en cuya fachada se refugia desde hace meses. Sus amplias cristaleras habían vuelto a llenarse de rótulos que anuncian su improbable alquiler. El hombre está integrado en el barrio, suele tomar café en un bar cercano, saluda a los vecinos, conversa con los más sentimentales. No huele mal, parece aseado. Cada mañana me pregunto cómo se las compone…

Hoy no vi a ese viejo que ayer remetía una manta oscura en una bolsa, recogiendo sus bártulos y abandonando el cálido y sucio zaguán de una tienda de cosméticos. Tampoco vi a esa mujer de edad indefinida que, envuelta con descuido en un pedazo de lona, permanecía hace un par de días sentada en la acera de la avenida, muy cerca del paso veloz de los coches, con su cabello de estropajo. Como un buda sin nirvana, hablaba animadamente con ella misma. Seguro que se la llevó el viento del azar, como a esas hojas muertas que nadie atiende.

Antes de entrar en el edificio donde trabajo, me fijé de cerca en el nítido tronco de un joven plátano. Justo allí, unos días antes, había visto a un hombre de pocos años, con la cara curtida por el desamparo, con la ropa ajada y una grasienta mochila al hombro. Junto al árbol, daba lametones al tronco con ansia inusitada. Llegué a una conclusión extravagante, la única posible: el hombre lamía el pegamento que el papel celo de la propaganda había ido dejando sobre la superficie del tronco. Imagino que a veces hasta el cartón de vino malo puede ser demasiado caro…

Hoy la mañana de trabajo fue muy fructífera. Es viernes, y un alegre y prometedor fin de semana se abre luminoso y limpio como si fuese primavera.

miércoles, 2 de enero de 2013