Como seguramente ya dije en algún lugar de este blog, fui un chaval criado a los pechos intelectuales de Fernando Savater. No sólo quedé fascinado con sus libros frescos, libertarios, irreverentes y divertidos, sino que sus admiraciones me condujeron a muchos genios, de la filosofía, sí, pero también de la sociología, de la antropología, de la ciencia y de la literatura, reivindicando en este último caso la dignidad de un género que muchos pensaban exclusivamente infantil: el género de aventuras. A él le debo, entre otras muchas cosas, haber conocido a uno de los más grandes escritores y pensadores de todos los tiempos: Emil Michel Cioran.
Savater, con su inteligente hedonismo, con su gusto por la ilustración, con su individualismo solidario y sus propuestas politeístas, que no eran más que la diversión puesta al servicio de un ateísmo pleno de humanidad, contribuyó decisivamente a que mi juventud y también mi relativa madurez se poblaran de ideas vitales y de amor por la sabiduría, y por unas ganas de conocerme y conocer a los demás que hoy me parecen esenciales para vivir.
Pero Savater ha envejecido bastante mal, hasta el punto de que cada uno de sus artículos (que para mi desgracia, y no sé por cuánto tiempo, sigo leyendo) acaba siendo una verdadera tortura no sólo por su fragilidad argumental, sino porque demuestran que Savater empieza a extraviarse en manías y obsesiones, bastante ajeno a este mundo que antaño diseccionaba con tanta lucidez e imaginación. Lo sacas de sus carreras de caballos, de su defensa torpe y cavernaria del tabaco y de los toros, y de su alergia algo mejor fundada al nacionalismo regional (aunque peor fundada a la luz de su convivencia sorprendente con el castizo nacionalismo español), y Savater tiene ya muy poco que decir. Son muchos años dedicado a la elaboración de recensiones sospechosamente amistosas de libros menores, de artículos reiterativos en defensa de ese Estado del que tanto nos previno, de confundir la organización social democrática con la concentración del poder popular en el Todo, de poner el grito en el cielo por los crímenes terroristas y de no escribir una letra sobre los crímenes sociales de este sistema ignominioso y depredador en el que vivimos.
Hace unos días volvió a las andadas. A Savater no cabe duda de que le interesa mucho más frenar a Cataluña en sus ansias independentistas que la situación catastrófica de cientos de miles de familias en España, y no digamos que la situación social desesperada de Grecia o Portugal. Savater pide un gobierno central fuerte, un Estado Español como Dios manda que se enfrente a esas mentes estrechas del nacionalismo, aunque eso suponga que el Estado casposo y centralista, ese Todo que se apropia del poder de los individuos convirtiéndolos en marionetas, siga destrozando la educación y la sanidad y machacando literalmente los derechos y el bienestar de los españoles.
Empiezo a no soportar a Savater, empiezo a verlo como uno de esos jóvenes anarquistas que llegan a la vejez lamentable y alarmantemente escorados a la derecha. En una coyuntura social como la actual, personajes como Savater acaban siendo puras moscas cojoneras, voceros prescindibles de lo obvio y colaboradores silenciosos de la infamia de una organización social y política que está podrida casi desde sus raíces. Haría bien don Fernando en retirarse pronto de la escena pública, sobre todo para que algunos pudiéramos releer con delectación y sin sospechas aquellos magníficos libros suyos, antiguos pero tan modernos que ni parecen ser suyos…
11 comentarios:
Sire, yo tenía una sensación análoga desdde hace tiempo. Pero la apabullante (hasta cierto punto) personalidad del tal señor Fernando S. contenía mis desacuerdos, reprimía mis disidencias (será que sabe mucho más que yo, me decía a mí mismo un tanto acomplejado) y como mucho, me resistía a leerle como vengo inhibiéndome últimamente. La vida nos depara iluminaciones todavía (en el mejor sentido del término, en el de hallar luz), no me cabe duda, pero también apagones y desesperanzas. Y ya uno no espera demasiado de ciertos intelectuales sin rumbo (o con un rumbo que no es el que uno prefirió en su día)
Reciente está la desaparición física de Francisco Fernández Buey que, independientemente de que se comulgara en todo o en parte con sus planteamientos, no rebajó su listón clarividente ni conductual en ningún momento.
Gracias por permitir mi comentario sencillo en su post, Sire.
Salud y paciencia.
El deterioro
Ahora deseas que las palabras
sean más sonoras que nunca,
por tu sordera prefieres aquello
que, sin sentido, hace más ruido;
para poder oírlo mejor, prefieres
que las palabras sean fuertes
y que los escritos tengan
las letras grandes y claras
porque tus ojos se han cubierto
con el velo de las cataratas.
Cortarte las uñas de los pies
te resulta tarea difícil,
ya no tienes la cintura
ni la tolerancia de antaño
y por toda tu piel han crecido
excrecencias vulgares.
Tus secreciones son más pastosas
que antes, cuando amabas,
cuando hablabas a los jóvenes;
la baba te cae y moja tu labio inferior,
resbala por el mentón y en contacto
con la piel envejecida por los años,
por el dolor y el combate,
produce el hedor propio de las sustancias
anatómicas en descomposición.
Se deterioran las neuronas,
Tu opacidad mental te atenaza
y te faculta para adular
garrapatas casposas y toreros.
Yo también te admiré,
cuando aborrecía fronteras
ahora ya no te admiro
porque aborrezco fronteras.
Salud
Francesc Cornadó
Siempre me gusta leerte. Besicos.
Soy yo el que te agradezco la visita, Fackel, y la oportunidad de conocer tu interesantísimo blog. Creo que nos pasó lo mismo, hemos estado tratando de creer que esas bobadas de nuestro maestro eran sólo eso, bobadas, pero hay que empezar a concluir que es en lo que se ha convertido el pobre nuestro. Y claro, creo sinceramente que se puede envejecer con dignidad, incluso con todas esas verdades que Francesc describe entre versos... Un abrazo para ambos, y un besazo para mi Angelines que siempre deja perdido mi blog de gusto y de cariño...
Aunque sé que no es lo mismo (http://cultura.elpais.com/cultura/2012/11/09/actualidad/1352486711_132306.html)
no dejo de admirar a los que saben retirarse a tiempo.
Quizás podamos mantener la decepción a raya atesorando aquello que de bueno nos dejaron los que tanto admiramos en otro tiempo.
:)
Mi querida Perse... pues sí. :-)))
Estoy totalmente de acuerdo, Sir John, y me pasa con él algo parecido: que no entiendo cómo alguien tan libertario, inteligente, ácrata, culto, puede acabar preso de esas manías persecutorias que a nadie interesan, ni siquiera a él mismo; Entiendo que cuando estuvo perseguido eso le obsesionara, per ahora ya, que no es el caso, ¡supéralo Fernando, ¡y pasa a otro tema mejor! Un abrazo, AM.
PS: el otro de la foto, ¿E. Ciorán?
Querido Andrés, yo siempre comprendí a Savater porque vivir en una sociedad donde algunos (más de uno y de dos) defienden su opinión con violencia debe ser muy difícil, y creo que en cierta forma sigue vigente esa lucha suya por la libertad de cada día, por esa libertad con minúsculas que algunos disfrutamos y no notamos porque no la hemos perdido, la libertad de hablar en la calle, de decir lo que piensas. Pero como dices Savater ha llegado a la obsesión, y es una pena. Ojalá, ojalá vuelva a regalarnos con su increíble cabeza y con su fascinante sensibilidad. Y sí, Ciorán es el que está con Savater. Se reunieron varias veces en París, porque Savater fue el que introdujo al rumano en España. Un abrazo.
Ciorán, ¡grande también! Sí: esa obsesión es fruto de la persecución, supongo. Pero en Cataluña nunca se le ha perseguido (salvo algunas pequeñas trifulcas con alumnos radicales en sus conferencias en la Universidad, nada grave y que no le pase a cualquiera en cualquier otro sitio), así que ya vale de la manía persecutoria, suya y de todos los demás. Y lo dice uno de Chamberí (Madrid) y catalán de adopción: persecución, cero. Sólo faltaba. ¡Un abrazo! Andrés.
Claro, yo me refería al País Vasco. A mí los nacionalismos, incluso el suave y poco eficaz andalucismo, no me gustan en general, pero es cierto que entre unos y otros hay diferencia, y si una de ellas abunda en muertos y violencias, pues aún más brecha entre unos y otros nacionalismos. Savater puede decir que todos los nacionalismos acaban convirtiéndose en esto o aquello, pero debería diferenciar entre la realidad actual de unos y otros, está claro, e incluso entre las actitudes de unos y otros nacionalistas dentro de cada comunidad, aunque bien es verdad que a veces hay nacionalistas buenos que están a la sombra de los malos, como les pasa a algunos en Euskadi. Más abrazos.
Querido amigo, poco voy a decir del señor Sabater que ya no sepas.
Sus libros eran una cosa y él otra muy diferente.
La moda era la izquierda y ahí estaba. Eso le daba fama, dinero y algún tipo de poder.
Esa derecha, agazapada, estuvo siempre en él.
¿Cuántas veces lo he escrito en tu blog?
Más de 100, seguro.
Siento esa decepción por tu parte.
Un abrazo.
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