Reconozco que comienzo a pensar que es un problema estrictamente mío, que soy yo el que ando del todo descarriado, y que haría bien en sumirme en mi mundo de locos (cascarrabias, tiquismiquis, asociales...) y dejar de perturbar la placidez cultural circundante con mis irritaciones. Porque, a ver, si todo un grupo de prestigiosos críticos literarios, reunidos en una autorizada publicación como es el suplemento cultural de El País, decide que la mejor novela del año es Los enamoramientos, de Javier Marías, digo yo que será por algo, ¿no? Comienzo a sospechar que me tengo en demasiada consideración, yo, que siempre he sido un lector inconstante y desordenado, un pobre diletante en esto de la literatura...
Ayer leía la noticia y no daba crédito. Hace un tiempo, tras el lanzamiento de la novela de Marías, leí una muestra de la misma con sus primeras páginas, y después de leerla tampoco me lo creía, esta vez por el hecho de que se hubiera publicado a bombo y platillo una cosa como aquélla. La verdad es que con Javier Marías ya estaba yo avisado. Hace unos años compré una de sus novelas, ni siquiera recuerdo su título, y con ella me regalaron un pequeño librito en el que Don Javier desgranaba una serie de semblanzas de un grupo de artistas; creo que se titulaba Miramientos. No llegué a leer una sola letra de la novela, pero sí hice un intento de leer el segundo libro, aunque lo dejé a las pocas páginas porque lo juzgué mal escrito y tan sabroso como un trozo de poliuretano. Yo entonces sabía poco de Marías, pero ya oía los ecos de su fama.
Luego me topé con García Viñó, un personaje curiosísimo que, con una expresión torpe y crispada, se dedicaba a sacar las vergüenzas literarias no sólo de Javier Marías, sino de muchos de los más afamados escritores y escritoras patrios. El hecho de que Viñó no pudiera reivindicar el premio Nobel de literatura para sí mismo, e incluso de que pueda actuar movido por inquietudes más o menos limpias, no quitaba una sola pizca de razón a sus críticas, cuajadas de ejemplos que demostraban la ridiculez de muchos de los párrafos de estos vendidísimos libros.
Mi paisano García Viñó, no obstante, demostraba un especial cariño por Marías, y éste había contestado en más de una ocasión al crítico, enzarzándose con él en agrias disputas mediáticas. Cuando por primera vez leí algunos de los listados de barbaridades que Viñó extraía de los libros de Marías, reconozco que me mostré escéptico: no podía ser que los libros de un escritor considerado entre los más grandes de la literatura española actual pudieran contener semejantes barbaridades. Pero luego comprobé que mi paisano no había cambiado ni una sola coma en aquellas citas, que no las había sacado de contexto y que cuando la barbaridad no era gramatical, sino semántica, la explicación de Viñó resultaba del todo fiel a lo expresado por Marías.
Ahora, con la elección de Los enamoramientos como mejor libro del año por los críticos de Babelia, he vuelto a esas primeras páginas del libro y las he releído. Y si no resultara ridícula, la cosa podría acabar siendo indignante. Aunque pueden leer ustedes mismos el texto y juzgar, he entresacado un párrafo que ilustra en mi opinión el verbo fácil y genial de Marías, el mismo que me hizo dejar sus Miramientos (y malvenderlo luego junto con la novela cuyo título no quiero recordar), y el mismo que llena todas las citas que nos ofrece García Viñó:
Pero lo había visto muchas mañanas y lo había oído hablar y reírse, casi todas a lo largo de unos años, temprano, no demasiado, de hecho yo solía llegar al trabajo con un poco de retraso para tener la oportunidad de coincidir con aquella pareja un ratito, no con él —no se me malentienda— sino con los dos, eran los dos los que me tranquilizaban y me daban contento, antes de empezar la jornada.
Para rizar el rizo, justo hoy, en el mismo suplemento antedicho, Don Eduardo Mendoza publica un artículo en el que describe y ensalza la novela de Marías. En su texto dice Mendoza, por ejemplo, que
Como es habitual en él, Marías no escribe de un modo lineal ni ortodoxo: desparrama el texto, de tal modo que la narración no circula por canales bien trazados, sino por un cauce natural, accidentado, a lo largo del cual se producen meandros, remolinos y desbordamientos, sin perder nunca el rumbo ni el control último del discurso. Esta mezcla de caos y rigor requiere un envidiable dominio de la técnica narrativa, como demuestra el recurso al medido anacoluto como recurso literario, que tanto escandaliza a maestrillos e inspectores, pero que tan bien refleja la percepción de la realidad sobre la marcha, una percepción precipitada, a la vez sagaz y contradictoria, en la que intervienen la inteligencia, las emociones, los prejuicios y las limitaciones de un modo complementario y antagónico. Todo pertenece, en palabras del autor al «vagoroso universo de las narraciones, con sus puntos ciegos y contradicciones y sombras y fallos, circundadas y envueltas toda en la penumbra o en la oscuridad, sin que importe lo exhaustivas y diáfanas que pretendan ser, pues nada de eso está a su alcance, la diafanidad ni la exhaustividad».
Efectivamente, el propio Marías dice en una entrevista anterior que hay dos tipos de escritor: el que escribe con mapa, es decir, el que trabaja el libro antes de ponerse a escribirlo, una práctica que minusvalora tachándola de “mero ejercicio de redacción”, y los autores con brújula, como él, que se sientan y escriben y ya se verá dónde acabamos. Ahora Mendoza nos trata de convencer de que las taras del Marías escritor no son más que originalidades, que sus frecuentes anacolutos no muestran en el madrileño torpeza sino exquisitez, y que, como el chulito del chiste, Marías no se cae por no agarrarse en los vaivenes del autobús, sino que se tira. A mí, por momentos, Mendoza y su análisis me recuerda mucho a la presentación del Vals del segundo, de Les Luthiers, que, para quien no lo escuchó nunca, dura exactamente eso, un segundo:
El Vals del Segundo comienza con un portato assai. El segundo tiempo es un deciso e a terra col battere, en el cual se plantea el desarrollo ulterior de la obra plácidamente, en forma muy tensa, con total serenidad, agitadamente, en una paz plena, turbulenta, creando un clima calmo, caótico, definiendo indubitablemente la intención de los autores... de alguna manera.
No quiero terminar sin añadir una curiosidad. Justo anteayer abandoné, nada menos que en la página 280, la lectura de La ciudad de los prodigios, lamentable libro de Mendoza que, por cuestiones que no vienen al caso, seguí leyendo más allá de la página diez, justo donde debería haberlo cerrado. Mendoza, de pulso algo más firme que Marías, escribió su libro con el mapa, pero se encargó de transmitirnos hasta el último de los datos recogidos para su preparación, y así nos endilgó un libro de casi 600 páginas con una historia que, sin monsergas prescindibles, habría ocupado cien. La cosa no queda ahí: no había un solo personaje en el libro que, tras 280 páginas, hubiera adquirido suficiente entidad para permanecer en mi memoria más de dos horas. Todos eran anacolutos con patas, y ni una sola de las gracietas que salpican el libro consiguió sacar una sonrisa a este sevillano de risa fácil que les habla. En fin, resulta curioso que sea el mismo Mendoza el que alaba a Marías. Cada vez que lo pienso, me alegro de nunca haber soñado en serio con la gloria literaria, no sólo porque crea que no tengo condiciones para escribir grandes cosas, sino porque ese mundo debe ser realmente pegajoso.
11 comentarios:
A mí lo de escribir "con brújula" o escribir "con mapa" me parece una gilipollez. Entiendo que son maneras distintas de enfrentarse a la tarea, pero no son excusa para luego revisar lo que has escrito y ordenarlo un poco (o un mucho). Además, tras tantas novelas escritas como tienen estos autores "de brújula", antes de ponerte a escribir ya tienes una idea de la estructura que vas a seguir, y si no la sigues, es porque no te da la gana, no porque "soy de brújula".
Yo a Mendoza le tengo cierto respeto, me cae bien; a Marías no lo he leído nunca. De todas formas, lo del mejor libro del año siempre me ha parecido una estupendísima farsa. ¿Se los han leído todos o solo los más comerciales? ¿Quién es el guapo que se atreve a decidir cuál es el mejor libro? ¿Qué parámetros se usan para tamaña decisión? En fin, cosas que piensa una. Y, por cierto, yo no creo que seas raro, solo "diferente". Un beso y felices fiestas.
Je, je, diferente. Bueno, suena mejor que raro. Y tienes razón en eso de los mejores libros del año: suena a contubernio, aunque a mí me suena a contubernio casi todo lo que se mueve en esos ambientes. Creo, además, que en este país deberíamos dejar de ser tan mitómanos (no lo digo por ti, lo digo por todos, incluido yo), y empezar a mirar a los mitos no vaya a ser que anden desnudos, como el emperador. Y para mí Marías anda en pelotitas vivas, y Mendoza... Me leí varios libros de él, hace muchos años, y recuerdo que, sin asombrarme, me divirtieron. Ahora éste me ha horrorizado, y no sé, aunque me cae bien, así, a primera vista, creo que no leeré mucho más de él. Ah, y reconócelo, tú también eres un poquito diferente, ¿verdad? Besos y que pases unos días muy agradables con los que quieres.
Hola querido John, ¡pues sí que eres irreverente, me gusta! Hay ciertos personajes que son intocables en este país, y más en El País. Suscribo lo que dices sobre Marías, al que desde hace años encuentro infumable: me interesó en lo primero que leí su estilo "esto.es.torrencial.y.no.se.acaba.nunca", hasta que... (años más tarde) uno encuentra que eso lo inventó Kafka, y que JM no aguanta la comparación (si sólo hablamos de estilo). Mendoza me infunde algo más de respeto, aunque ese libro en particular era aburrido. "con brújula o mapa", ¡vaya gilipollez! Nada que se haga mínimamente bien, en esta vida, se hace sin mapa. Otra cosa es que, para interpretarlo (el mapa) se pueda hacer uso, en momentos, de una brújula. ¡Un fuerte abrazo! AM.
Querido Andrés, yo diría que el libro de Mendoza, más que aburrido, es un libro al que se le ven las costuras por todos sitios. Seguro que los habrá, pero yo no había leído hasta hoy un libro más falso, al que se le notara más la ficción que a éste. Y posee una falta de equilibrio literario que sin remisión lo hubiese condenado, de no ser Mendoza su autor, a la papelera. Mira que me cae bien este hombre, así a primera vista, pero su libro me parece realmente ridículo.
Y tienes razón con lo de la brújula y el mapa. La creación del mapa y su interpretación literaria se la pasa nuestro amigo Javier por donde dijimos; pero claro, para él, que venderá cualquier pamplina que escriba, es mucho mejor escribir con la brújula de sus aburridos caprichos, y sin la molestia de atenerse a elegancia de estilo alguna ni a una mínima corrección lingüística. Cualquier error suyo acaba siendo original... Un abrazo.
Efectivamente; y más, si el diario que hace las criticas elogiosas es la misma empresa que la editorial que le publica. Hay una cosa más: ¿tú lees esa columna del El Pais Semanal de los domingos? Nadie tan amargado puede tener el tono para escribir ficción, o lo que sea, en condiciones, que es una creación de signo básicamente positivo. ¡Un abrazo! AM.
Has buscado dos polos opuestos y lo digo en referencia a caer bien o no.
Y es que en esto de caer bien va ligada la personalidad y la escritura misma, ésta siempre nos delata. Y Marías al que leí en su primeros libros, no me pareció nada excepcional ni original, ni siquiera ocurrente como lo es Mendoza.
Y es muy curioso, volviendo al principio, lees a alguien a quien no conoces y luego lo ves y escuchas en entrevistas; vislumbras su carácter y comprendes su escritura (para muestra las columnas de Marías en suplemento El País)y sin ser crítico puedes hacerte una idea del porqué escribe así.
Creo que en el panorama de los escritores nuevos hay mucha más enjundia que los que están en la cumbre y quieren seguir viéndose encumbrado.
Felices días y año nuevo.
Hace mucho que no leo su columna en El País (que, como dices, promueve críticas bien interesadas), pero no sé, creo que la amargura ha facilitado obras maestras, entre ellas las del escritor que, así en general, más me gusta: Cioran. Creo que más que cuestión de amargura, es cuestión de ingenio y de genio, aunque leyendo a Marías se diría que estas palabras son desmedidas para describir sus taras. En su caso, es más bien un problema simple de redacción: no sabe escribir. Eso es lo que alucina, que cuando la cuestión es de impacto de lo escrito en los lectores, éstos pasan a ser un factor a tener en cuenta en la calidad del libro, pero cuando lo que falla se dio primaria, entonces ya no hablamos de crítica literaria, sino de algo mucho más, eso, primario. Aunque, fíjate, estoy de acuerdo contigo en que escribir y crear es siempre algo positivo, incluso en los pesimistas más pesimistas del mundo. Abrazo, Andrés.
Sí, Isabel, es verdad que casi siempre la persona del escritor concuerda con sus novelas, igual que los viñetistas suelen tener personajes que se parecen físicamente mucho a ellos mismos. Y en este caso me parece que los libros de Marías son como él: inflados, vanidosos, tristes en el peor sentido de la palabra. En el caso de Mendoza, sólo leí completo El misterio de la cripta embrujada (hace siglos, cuando yo era mucho menos tiquismiquis y leía casi cualquier cosa) y pasé un buen rato, e intenté varias veces empezar con La verdad sobre el caso Savolta, pero me aburría mortalmente. Ahora lo pienso y es cierto, Mendoza parece un tipo sosegado, amable, nada complicado, y en lo único que no me cuadra de ese libro sobre Barcelona es que fuera tan descarado publicando párrafos y párrafos con las notas que fue tomando, seguramente, para preparar su libro (con mapa, por cierto), párrafos y párrafos que no vienen a cuento, sin interés ni gracia. No lo creo tan corto como para no darse cuenta que ése es un libro falso, torpe, a todas luces malogrado. Imagino que el dinero lo hace a uno repensarse incluso sus valores literarios. Me pregunto si yo publicaría ahora muchas tonterías que he escrito si viniera un empresario y me dijera que me las publica y que voy a sacar beneficios de ello. Me lo pregunto y me lo contesto: sí, claro. Aunque no sé, igual dejaba caer en el prólogo alguna excusa... Besos y felicidad, Isabel.
Felicidades Sir. Tu entrada es certera. Me ha gustado mucho y estoy absolutamente de acuerdo contigo. El mundillo es el mundillo y no están dispuestos a dejar entrar a nadie más. Cómo van a ser capaces de valorara los que no entienden y solo saben de dinero.
Feliz 2012 y que continúes siendo un recalcitrante cascarrabias.
No sé si agradecerte el deseo o afeártelo... :-)
Ay, buen viento viniera y se me llevara esta manía de darle tantas vueltas a las cosas. Con lo bien que se lo pasan los paramecios flotando de aquí para allá... Un beso y te deseo lo mejor.
Ni Mendoza, ni Marías.
La verdad Sir.Tengo amigos escritores de esos que venden mucho, mucho y lo que hay, en algunos de los casos, es mucho oficio, mucho marketing editorial con las ventas aseguradas y mucha ganas de gastar el dinero sin pensar en la calidad de la escritura.
Venga, empieza el año tranquilo.
¿Han dicho cascarrabias? Me apunto.
Un beso con mucho cariño
Feliz año, Lunita. A ver si nos llega con mejor literatura y menos malvados por el mundo... Un beso.
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