Hablar con los muertos no tiene mucho sentido. Cuando morimos perdemos todos los sentimientos, la consciencia, la capacidad de soñar y el resto de habilidades que dan sentido a nuestra vida. Al morir, sólo nos queda derretirnos en esa soledad que es el tiempo, o tomar el atajo del fuego.
Pero a los que se quedan vivos nuestros restos pueden decirle mucho. Creo que mi última voluntad dejará en manos de mis deudos la decisión de qué hacer con mi cuerpo. Como a ellos les venga mejor…
Cuando visito esa calle estrecha de nichos donde descansan los restos de mi amigo Jesús suelo sentir la cercana presencia de su cuerpo. Jesús vuelve a mi pensamiento con todos los recuerdos que quiso dejar en mí. Hoy, ante su nicho, pienso en la cantidad de secretos que se llevó a la tumba…
Fotografío el hermoso violochelo (exactamente su violonchelo) que dibujaron en su lápida, y luego hablo con Jesús: ¡Qué cabrón! ¿Cómo pudiste irte así, sin decir adiós, sin dejarnos rezarle a la nada por ti? Nunca se me irá de la memoria el día que tu hijo me llamó para decirme que habías muerto… Es una de las pocas cosas serias que hiciste en tu vida, amigo mío; el resto, que yo sepa, todas fueron alegres y tiernas…
Luego, con unas lágrimas indecisas, me paso por la tumba familiar. Tú lo sabías, Jesús, lo sabías muy bien. Las madres es lo que tienen, que sin ellas la tierra desaparece bajo tus pies, y te quedas colgando en el vacío. Quizás sea por eso que he tocado más veces de la cuenta el tapamento de la tumba, como si no me conformara con hacerla sentir mi visita, con saludarla. Esta vez, Jesús, tuve la ilusión de sacarla de allí y llevarla a besara mis hijos, a verlos crecer, para contemplar su sonrisa una vez más y esta vez sí, darle el abrazo que se merecía…
2 comentarios:
No se me va a olvidar "Sin las madres la tierra desaparece bajo tus pies, y te quedas colgando en el vacío"
Es exactamente así.
Tu debes ser una madre increíble...
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