miércoles, 20 de junio de 2007

Última batalla

(Sobre un sueño de José Antonio Maidero)
Al Capitán Sébrek, con los cuarenta y dos hombres de su escuadrón, le habían ordenado conquistar una pequeña fortaleza, un molesto obstáculo en la toma de la provincia. Una vez tomada ésta, su ejército obtendría la victoria final sobre aquel país pequeño y orgulloso. Sébrek manejaba a sus hombres con determinación, utilizando las más modernas tácticas guerreras. Poseían tres catapultas de muy largo alcance, desde las que lanzaban proyectiles incandescentes que horadaban la muralla e incendiaban el interior de la fortaleza, pero el adversario se defendía con bravura, salpicando el cielo de flechas mortales.

La tarde caía y, tras largas horas de asedio, la vanguardia había conseguido acercarse lo suficiente al enemigo. A la amable y cada vez más débil luz del crepúsculo, el Capitán Sébrek creyó entonces descubrir algo que lo dejó estupefacto: tratando de calcular el número de hombres que defendían la plaza, sólo pudo divisar una figura, con el torso desnudo y rápida como el diablo, que recorría la muralla apagando llamas, disparando ballestas, manejando hondas que causaron algunas bajas entre sus hombres más avanzados. Apretó los ojos intentando fijar su mirada en aquella pared medio destrozada, con la esperanza de deshacer el espejismo y descubrir otras siluetas en la defensa de la fortaleza; pero no lo consiguió. La luz decaía con rapidez, y se dijo que tal vez las fuerzas enemigas estaban diezmadas, y que quizás, desde los patios de la fortaleza, otros hombres arrojaban flechas y piedras sin exponerse al peligro de sus valientes hombres.

Convencido de que, fuera como fuese, la victoria se hallaba a la mano, el Capitán Sébrek ordenó redoblar el ataque, y así las catapultas, con la cercanía necesaria, consiguieron deshacer varios tramos fundamentales de la muralla. Una vez abierta una vía de entrada, las catapultas callaron, y Sébrek envió a varios de sus hombres a la fortaleza para tratar de reducir a los enemigos. Un silencio sepulcral se había adueñado del escenario, y sólo el graznido de algunas aves pasajeras rompía el vacío de la destrucción. La patrulla volvió y anunció a su Capitán que la fortaleza se encontraba vacía, y que no había rastro de cadáveres ni de supervivientes, lo que resultaba bien extraño porque fosos infranqueables rodeaban la plaza salvo en su entrada. El Capitán acompañó a sus hombres en un nuevo reconocimiento, y en efecto, los patios del recinto mostraban las consecuencias de la batalla pero sin un solo cuerpo. Entonces Sébrek subió a la zona donde había visto aquella figura.

Al fin, entre armas y escombros, halló el cuerpo tendido de aquel hombre. Ordenó a sus soldados que se detuvieran y se acercó lentamente, aferrando la empuñadura de su espada. El hombre, caído de espaldas, estaba muerto; Sébrek sabía reconocer un cadáver. El Capitán se agachó sobre su enemigo, sobre aquella fiera que, en soledad y durante todo un día, había sabido defender la fortaleza contra un escuadrón feroz. Quería verle el rostro, honrar su valor. Pero un escalofrío recorrió la espalda de Sébrek. Aquel hombre tenía su cara, ¡era él mismo, Sébrek, con el torso desnudo y muerto en batalla!

3 comentarios:

DIARIOS DE RAYUELA dijo...

Qué hermosa historia y qué bien contada.

Sir John More dijo...

Mi amigo José Antonio decía soñar en colores. Era (seguirá siendo) pintor, y no se me lo llevó la muerte, sino la vida. Aún recuerdo, tras más de diez o doce años de aquello, la sensación que tuve cuando me contó este sueño. Él, sobre el amor que ya le tenía yo a la música, me enseñó mil caminos posibles en ella, y también me acerqué con él al heroísmo y a la nobleza, a Conan el Bárbaro y Richard Corben, a tantos otros mundos... Mi amigo, mi hermano...

José Carlos, es un honor y una alegría que te haya gustado el cuento. Salud.

Anónimo dijo...

¡Ah! Ese final ...

Y ahora luego de lo que comentas (coincido además con José Carlos) se presiente distinta.

Uno piensa también en ti y en tu amigo... en el intercambio de sueños.

=)

(Paso ahora aquí pero me verás más tarde también)

Te deseo un bello día.