jueves, 20 de mayo de 2010

Como setenta y cuatro soles

Mamá en bautizo Hoy cumples setenta y cuatro años, Mamá, como setenta y cuatro soles. Conservas ese rostro que todo el mundo asocia correctamente con la dulzura, aunque no podemos negar que eres de enfado fácil. Alguien debía yo tener a quien parecerme… También yo voy cumpliendo mis años, Mamá, y conforme los cumplo en mi mirada, en el dibujo cansado de mis ojos, en los gestos diminutos de mis pómulos y mejillas y en la actitud razonable de mis labios, voy notando la herencia de tu dulzura. No, no te digo que yo sea dulce, ya sabes lo arisco que puedo llegar a ser, pero tal vez al irte te hayas dejado atrás algunos gestos que se han ido acomodando a los rostros de los que te queremos.

Cuando te he dejado el ramo de flores en el jarrón chino he intuido tu alegría. Era un ramo pequeño pero precioso, ¿verdad? Al colocarlo, desde dentro de la tumba me ha llegado un rumor silencioso de sangre afianzada, de sangre buena. Verás, el jarrón lo he comprado en la tienda de los chinos, no es que pertenezca a ninguna dinastía ancestral, pero es bonito, clásico, y a ti te gusta, lo sé. Me has mirado emocionada, y te ha complacido hasta el trabajo que me tomé en lastrarlo de piedras para que no se caiga con el aire, en llenarlo de agua y distribuir en él las margaritas, los claveles, la rosa roja, y esas florecitas malvas que no sé cómo diablos se llaman. Todo eso bajo un calor de justicia, que aquí la primavera ya es historia y a las tres y media de la tarde estaban cayendo sobre el cementerio treinta y tantos grados. La abuela nos ha observado sonriendo, con esa risa pura que siempre gastó, y tu hermano Juan, es cierto que con alguna traza de melancolía, también ha sonreído, con los labios cerrados, como sigo recordándolo casi todos los días. Sorprendentemente, tu hermano Manolo, que tan fácil tenía la carcajada, ha permanecido serio, tal vez consciente por primera vez de que estábamos donde estábamos, y que aquel iba a ser por siempre su paisaje. Tú sabes cómo es él, siempre en la luna…

Pero lo que sé con seguridad es que ese rumor silencioso y esa imperceptible remoción de sentimientos se notaron inconfundibles en la quietud del solitario cementerio. Y sé, Mamá, que ya no hay vuelta atrás, que nunca hay vuelta atrás, que el tiempo tiene un solo sentido que nadie conoce. Pero quiero creer que sois la tierra fecunda sobre la que crecen tus nietos, y sé que de sólo pensarlo todos los enfados y todas las tristezas se evaporan de tu pecho, que vuelves a sonreír, contenta de andar todavía, siempre con nosotros.

Feliz cumpleaños, Mamá, te sigo queriendo mucho.

miércoles, 19 de mayo de 2010

Dios ha ganado dos ángeles

Alguna vez escribí que los pensadores pesimistas tienen siempre mal cartel, pero que cualquier portada de cualquier periódico, o cualquier sección de titulares de cualquier informativo nos proporcionaba más razones para el pesimismo que todo lo que esos pensadores pudieran decir en su vida. Y con una diferencia: el pensamiento siempre busca soluciones, y en su defecto un consuelo razonable. En cambio, la realidad resulta siempre aplastante, definitiva. Sólo el pensamiento puede salvarnos, explicando los problemas, buscándoles solución o una alternativa tan humana como los propios problemas.

Ayer una mujer asfixió a sus dos hijos en un hotel de Lloret de Mar. Cuando la policía se había llevado a la mujer y retirado los cadáveres de una niña de cinco años y un bebé de uno, alguien dejó un ramo de flores en la puerta de la habitación donde se había cometido el crimen, con una nota que decía: “RIP. Dios ha ganado dos ángeles”. Dios tiene caminos detestables para ganar ángeles. Imagino que lo que empujó a esa madre a asfixiar a sus dos criaturas se encuentra precisamente contaminado de esta idea de Dios y del más allá, de este consuelo a través de la ceguera y de considerar irrelevante cuanto hagamos, como simples hijos del Todopoderoso, en este mundo que es sólo un lugar de paso.

Sólo hay dos posibilidades: Dios no existe, y entonces quien dejó el ramo es un pobre diablo incapaz de encontrar un consuelo más eficaz y menos podrido. O Dios existe, y es un verdadero cabrón, y quien dejó el ramo un instrumento ridículo de su perversidad. Nadie debería dudarlo, los chiquillos ya descansan en paz, en una paz exagerada...

miércoles, 12 de mayo de 2010

Schopenhauer, Bono y Cortázar

En un librito donde se recogían fragmentos de su obra Parerga y Paralipómena, que Edaf publicó con el título El amor, la muerte y las mujeres, Schopenhauer decía lo siguiente:

Si gustáis de planes utópicos, os diré que la única solución al problema político y social sería el despotismo de los sabios y los justos, de una aristocracia pura y verdadera, obtenida mediante la generación por la unión de los hombres de sentimientos más generosos con las mujeres más inteligentes y agudas.

schopenhauer01 La filosofía de Schopenhauer supuso sin duda un paso decisivo hacia la sinceridad, y en este párrafo, en mi opinión, acertaba más por lo que implícitamente descalificaba que por lo que explícitamente proponía. A Schopenhauer le sobró, permítaseme la osadía, cierta dosis de esperanza para conseguir una descripción justa de la realidad. Porque no hay que ser muy avispado para comprender que esa liga de hombres sentimentales y generosos y de mujeres inteligentes y agudas es más una quimera que una utopía, algo más que improbable, algo realmente ilusorio. Sólo hay que andar cerca de la actividad política en cualquiera de sus niveles, o seguir las vicisitudes de la política general de este país para comprender que la corrupción ha alcanzado la raíz de cualquier ideal político que el ser humano haya imaginado nunca.

Cuando se discute la definición del hombre como animal sin solución se confunden varios niveles. Los que nunca pierden la fe y la esperanza en el progreso, y en otros dioses igual de insensatos, exponen múltiples ejemplos de personas buenas. Aceptarles esta aseveración no evita que el hombre social, que el ser humano en la colmena acabe comportándose de forma que esos contados hombres buenos, incluso la mayor o menor carga de bondad que todos podemos albergar, sean un obstáculo para que el interés y la codicia acaben imperando en cualquier sociedad. Así ha sido durante toda la historia de la humanidad, y experiencias aisladas y fugaces de organización social orientada al individuo y al bienestar general, son como manchas diminutas en el oscuro tapiz de la historia.

Vean un ejemplo miserable: el piadoso señor Bono confunde legalidad con legitimidad, el respeto a la ley con las entrañas. Como todos y cada uno de los políticos de este país que lucen un cargo mayor o menor, este individuo vive muy lejos del mundo que montones de familias habitan, jbono2 malviviendo en una lucha sucia contra la propia vida, con sueldos miserables, sumergidos en una diaria y humillante incertidumbre a la que estos tipos trajeados llaman libertad, chapoteando en los albañales de la educación y la cultura, recibiendo limosnas de los ayuntamientos, limosnas torpes e improvisadas por los propios alevines de la política. Este individuo ignora las relaciones tensas y insufribles que se dan en las madrigueras humanas cuando vivir es una jodida lucha sin salida, en la que no caben los proyectos individuales, sino sólo el sacrificio para subsistir y poder tomar unas cervezas en el bar o veranear unos días en la playa más abarrotada. Este tipo y sus camaradas usan la libertad como óptimo abono para las desigualdades, y preparan el camino a los más codiciosos, que son los que hacen la verdadera cultura cotidiana.

El señor Bono jura que su patrimonio y el de su familia son completamente legales, y quién se lo va a discutir. Lo que resulta pasmoso es ver la sangre fría con la que declara manejar millones de euros, él, que es uno de nuestros próceres, y que cobra un sueldo estratosférico para crear una sociedad donde todos tengamos oportunidades reales de desarrollar nuestras posibilidades, para que todos consigamos una cantidad proporcionada de felicidad. Pero claro, moverse por las zonas nobles de Madrid, codeándose con los que dirigen el festival, debe ser como andar viviendo en cocacola1 Andrómeda: ¿qué coño le importa a este sujeto ser responsable de un sistema que permite tales discriminaciones si el sistema funciona, si la colmena se entretiene, si él dispone de millones de euros para ser un cristiano feliz? Porque para más inri el señorito cree en Dios, y cuando habla adopta por momentos ese tonillo meloso de cura que la dictadura nos enseñó a relacionar con la bondad y el amor, y que ahora sabemos que esconde mentiras y codicia, cuando no vicios criminales.

Soluciones… No creo que las haya, aunque sí hay algo que hacer. Cortázar, en sus Papeles inesperados, insistía una y otra vez en la necesidad de denunciar las injusticias sin renunciar a sí mismo, a sus fantasías y a su felicidad, que eran aproximadamente lo mismo. Muy cercano a la revolución cubana, vivió con pasión los primeros momentos de la misma y luego siempre creyó en el futuro de un proyecto que, en muchos aspectos, parecía pretender realmente el bienestar de las personas. Varios años después, en algunos pasajes se adivina la preocupación de Cortázar por la evolución del régimen cubano, y declara por otro lado julio-cortazar1 su tristeza ante el rumbo sombrío que el capitalismo está tomando, dirigiéndose mucho más hacia la felicidad propugnada por Coca Cola y Nike que a un bienestar sensible y generoso, inteligente y agudo. Pero Cortázar sigue hoy teniendo razón en algo esencial: el sistema siempre tendrá una profunda fisura, un fallo que nos permite pensar como individuos, porque no somos abejas, sino seres humanos. El pensamiento es el verdadero hogar de la libertad, y el único que nos permite protestar, decir algo, compartir ideas, amar y mantener esa fisura para que el sistema criminal nunca sea perfecto, para que nunca llegue a estar perfectamente podrido. Los hombres sensibles y generosos y las mujeres inteligentes y agudas no podrán gobernar nunca este mundo, pero sí podrán seguir pensando, amándose en los resquicios de la codicia.

sábado, 8 de mayo de 2010

Jesús

Jesús

No sé por qué esta necesidad de escribirlo todo. Te miraba esta mañana, Jesús, poco antes de que se te llevaran, y cuanto te decía parecía no estar dicho hasta que no lo derramase aquí, hasta que no extendiese en este lugar las pequeñas hormiguitas oscuras que, algo inquietas, consiguen a veces acariciarnos los ojos y el alma. Te miraba ahí, tan callado, como si de pronto fueras a soltar uno de esos comentarios tuyos de siempre, esas ocurrencias que nos hacen sonreír aromando nuestro aire de inocencia, de sabiduría, de tierra…

Cada detalle a nuestro derredor era esta mañana un motivo perfecto para uno de tus pensamientos, y todos, excepto tú, nos debatíamos aquí y allí sumergidos en la pura incomprensión, cada uno saliendo a flote como mejor podía. La misma disposición de la sala, con un cuartito especial para ti, para ti que jamás quisiste ser protagonista de nada, te habría inspirado comentarios certeros y luminosos de no obstinarte tú en esa quietud. Pero ahí estabas, taciturno, tan reservado, por primera vez en los casi treinta años que dura nuestra amistad. Sobre la cadencia sombría de mi tristeza no pude evitar que, una vez más, me hicieses reír, y aunque tú te obstinabas en el silencio yo pude esta mañana, sin ninguna dificultad, inventarte los gestos, dibujar tu voz con su tono de siempre, e incluso ponerte las palabras en los labios mientras tus manos, tus dedos que siempre estuvieron para mí pegados a las cuerdas de un violonchelo, gesticulaban arriba y abajo como si estuvieses acariciando sus cuerdas y su mástil, o incluso dirigiendo toda una orquesta.

Ay, si no hubieses estado tan silencioso esta mañana te habrías reído. El cura, el mismo que soltó unos gorgoritos para despedir a mi padre, al que entonces debimos haber tirado tomates y lechugas, nada menos que citó el Apocalipsis. No sé cómo no estallaste en una de esas carcajadas tuyas cuando el pobre hombre se vio sometido a la ambigüedad continua entre tu nombre y el del hijo de Dios, y sobre todo cuando dijo aquello de:

“Después vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra desaparecieron, y el mar ya no existe más. (…) Y no habrá más muerte, ni pena, ni queja, ni dolor, porque todo lo de antes pasó”.

Y tanto que pasó lo de antes, Jesús, ¿dónde puede tener uno más paz, dónde puede uno salvarse mejor de más muerte, pena, queja y dolor que criando malvas en ese parque de luz y silencio en el que ahora duermes la siesta? ¡Qué cachondo el cura! Y menos mal que a alguien (¿fuiste tú?) se le ocurrió pedirle que no cantase, porque entonces no cabe duda de que te habrías levantado y habrías dicho que ya está bien, que lo del jueguecito de nombres y lo de la gracia del apocalipsis vale, pero que eso de desafinar como un maldito en tu despedida, sobre ti que fuiste un amante de los sortilegios de la música…

Sé que sentiste un poco de pena cuando viste la calleja donde ibas a quedarte, con las malditas y eternas obras desordenándolo todo en los alrededores, y todos esos nichos vacíos, como si los hubiesen saqueado la noche anterior. Además, olía a flor podrida, pero el silencio de todos, de tu gente, mientras te subían y te encerraban bien no fueras a escaparte (¿ves?, volvemos a sonreír), alejó los malos olores y las obras y los desarreglos de la calleja. Entonces, esta mañana, de pronto, todo fue un encuentro entre tú y todos aquellos corazones que te mirábamos, Jesús.

En estos últimos años, con la marcha de gente que quise tanto, fui llegando a la conclusión de que los muertos se nos van a vivir aquí dentro del pecho. Creo que te lo dije hace unos meses, cuando nos abrazamos por la marcha de mi padre. Hoy contigo he confirmado del todo mi teoría, y sin esfuerzo alguno. Por que nunca hubo una sombra entre tú y este triste hombre que hoy has dejado aquí, algo más solo. No imaginas, amigo, cuánta luz diste a mis días, cuánto aprendí de ti, qué gran trozo de este cielo bajo el que hoy te hemos dejado es tuyo, tuyo para siempre.

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La sonrisa, hermano, es el aire por el que ha volado siempre nuestra comunicación, pero tras ella andan nuestros corazones, tu sensibilidad limpia, esa dulzura con la que lo escuchas todo, no sólo a Bach, a Elgar, a Dvořák, sino también la voz de tus amigos, y ese modo tuyo de pasear por la vida como si fuese mucho más sencillo de lo que parece. Todo lo que de ti quedó agazapado en mi pasado, en mis sosiegos, en mis veranos, en el tictac sigiloso del reloj, me ha regalado un pedazo grande de lo que soy. Tengo, Jesús, que escuchar ese Kirie, el que compusiste. Estoy seguro de que será lo mejor de ese otro lado tuyo, eso mismo que me conquistó reverberando en tu casa vacía, hace mil años, mientras ensayabas las suites de Bach una y otra vez, y los sonidos indecisos de tu violonchelo me iban enseñando a callar y a paladear la vida…

miércoles, 5 de mayo de 2010

Sierra sur

Heidi, Embalse de Zahara y Zahara de la Sierra (Cádiz)

 

Embalse de Zahara

 

Zahara de la Sierra

 

Zahara de la Sierra

 

Zahara de la Sierra

 

Olvera (Cádiz)

 

El fotógrafo en Zahara (foto de Heidrum Kube)