domingo, 26 de agosto de 2007

Mann, Mendelssohn, Ana y Jorge


Me revuelvo en el ruido de mis tareas, en el fragor silencioso de prisas y conversaciones, rebuscando en el mundo virtual, mirando de reojo el libro de Mann como si realmente fuese una montaña mágica, una cumbre dispuesta allá, bien arriba, brillando nevada y serena. Mi gente va y viene, leo esto y aquello, me detengo y escribo unas frases, me arrepiento de mi pereza, de mi dispersión, de mi impaciencia manifiesta. De pronto lo cierro todo, recojo velas, o tal vez debería decir que las extiendo. Me acomodo en un rincón del sofá, cerca de la montaña; me coloco las gafas de leer (un gesto casi litúrgico) y reanudo la escalada en la insólita y platónica amistad de Hans Castorp con un tal Hippe. El silencio que se crea de pronto en mi salón casi me molesta, así que pulso el mando y elijo uno de los seis discos que andan metidos en el cartucho del equipo, y comienza a sonar un coro melancólico. Es el Salmo 114 de Mendelssohn, y entonces detengo un minuto la historia de Hans Castorp, porque algo ha surgido en la atmósfera de mi salón, un verdadero, intenso y fecundo silencio. No sé por qué, advierto una especie de consanguinidad con Ana, tal vez con la lánguida elegancia de su foto, con los muchos silencios parecidos que parece representar. Y luego también pienso en Jorge, en esa fuerza destructiva al servicio del estremecimiento, que lo emparenta con nuestro amigo rumano común…

Bueno, este mundo, pienso, no debe andar haciéndome tanto daño…

9 comentarios:

Raquel dijo...

Se siente así, que la vida y su mundo no deben estar haciéndote tanto daño. Cuando eres capaz de recoger ese momento y comprenderlo desde sus más íntimas vertientes, algo dice que... eso.
Un abrazo

Jorgewic dijo...

MMMMMMmmmm, bonita foto. Suiza, los Alpes..., ¿vistos desde dónde? Imaginate ese Salmo 114, mirando por una ventana con ese paisaje, con una cervecita en la mano, al calor de los primeros días de mayo.
Si, amigo, es así, si así se quiere.
Un abrazo.

Sir John More dijo...

Bueno, Raquel, no sé si comprendí el momento. Sé seguro que sentí cómo se producía una extraña conjunción en mi presente, un cruce en el azar que me permitió ver ese algo que se nos escapa en nuestra marcha apresurada de todos los días. Tal vez algo parecido a lo que nos muestras tú tantas veces con tus fotos, cuando sales al jardín y atrapas una deliciosa y fugaz instantánea de la eternidad... Un beso.

Jorge, busqué una fotografía de los alrededores del Waldhotel Davos, que fue el lugar donde Mann situó la trama de La montaña mágica, y que ahora es un hotel de lujo donde se reúnen los líderes mundiales para acompasar sus trapicheos. El paisaje es impresionante, y si en uno de sus balcones, en vez de con ojos tuberculosos, me pones con cara de turista, con una cervecita (media pinta, claro) en la mano, y mientras suena Mendelssohn, joé... Me meto a líder mundial si hace falta... Abrazos.

leo dijo...

Los caminos de la emoción son inescrutables, Sir John.
Gracias por traer ese salmo 114, por esta bellísima entrada, por recordar que hay muchas cosas en el mundo que, lejos de dañarnos, nos salvan (como también la cerveza).
Un abrazo graaaaande. (Para Raquel y Jorgewic también, claro)

Anónimo dijo...

Ay...

Ay.


Shhhhhhhhh...

Leo. Es temprano acá, no hay penumbra, apenas una lucecilla tímida serpentea a través de la ventana y descuelga las cortinas para exponer sin recato lo de más afuera... Hace frío, sigue lloviendo. Los discos se guardaron en alguna caja perdida ya, por descuido o indolencia... Pero voy notando cómo a medida que avanzo en la lectura un silencio se contiene en otro más profundo, consiente de todo cuanto lo borrará por completo.

La música Sir Jhon More, la música en esta entrada, no sólo se encuentra en Mendelssohn...

Y esa última línea (Ay)

Cariños...

C.

Anónimo dijo...

El silencio, los desvanes, la música. Lugares donde sentirse a salvo. También la amistad, y las palabras, en ocasiones, nos hacen sentir bien, reconciliarnos con una parte del mundo. Incluso en tiempos agrestes, tiempos de caos. Le beso con ternura... y silencio, Sir. Gracias.

Sir John More dijo...

Sí, amigas, nos salvan esos instantes, y tal vez nos salvan de nosotros mismos... Besos de distintos sabores, todos cálidos, todos de verdadera adhesión a vuestra amistad.

Anónimo dijo...

Sir John, desde mi caballo las cosas no se ven tan agradables. Tal vez porque hace mucho que no detengo el tiempo para leer las dos novelas nuevecitas que había preparado. Demasiado trabajo, demasiado ajetreo... Pero reconforta ver que los hay que sí encuentran ese momento furtivo.
Yo también he descubierto tu blog.

Sir John More dijo...

Pues bienvenida, Mary White. Ojalá encuentres tiempo para esos dos buenos libros y para echar un vistazo a estas cosas mías.

Un beso.