lunes, 23 de julio de 2007

Ojos fijos en la nada



El joven fija sus ojos en la nada, porque así podrá contemplar a la muchacha, de espaldas, perdida ahora en alguna ciudad, atareada en su presente. Las manos del joven escriben, garabatean una caricia, recogen con esas mismas manos el pelo mojado de la muchacha que se derrama sobre su espalda desnuda. Entre las palabras escritas oye cómo la muchacha sonríe, esa inconfundible sonrisa suya, y observa cómo la niña vuelve su carita risueña hacia él que, sin parar de escribir, sofoca su risa con un largo beso. Los labios de la muchacha tal vez anden en este mismo instante pronunciando palabras de color gris, y quién sabrá nunca si de pronto sus ojos se han posado sobre la nada para encontrarse con él en esa dirección sin señas, en ese lugar justo debajo de la luna llena. Un temblor sube desde el papel hasta el corazón del joven, una luz muy distinta de la del día y que huele tanto a ella…

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ay, los recuerdos...
Es un precioso texto.
Un abrazo

Anónimo dijo...

Si la belleza guarda algún aroma, debió aprenderle a ella, a ella que en este texto se vuelve un poco extensión de Ud.

Qué bello.