lunes, 12 de marzo de 2007

Museo...

La música emocionante de Murillo, los melancólicos atardeceres de Sánchez Perrier, la chiquilla de azúcar de Jiménez Aranda, Alpériz y sus sombras increíbles, la sed de otros mundos caminando detenida por el silencio del claustro, donde los niños deberían encontrarse algún día.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Un fama comenta con un cronopio lo fascinante que puede ser el museo.
- Es como una puerta abierta a otros mundos. Un cuadro puede hacerte viajar en el tiempo y si sabes mirar bien puede contarte tantos secretos...
El cronopio, curioso por naturaleza, entra en el museo. Lo recorre de arriba a abajo, de abajo a arriba, de izquierda a derecha y de derecha a izquierda buscando puertas secretas sin encontrar ninguna. Se para delante de cada lienzo y los observa largamente, pero ninguno de ellos le presta la menor atención. Al principio se siente muy decepcionado, fama embustero... Aunque pensándolo bien es la primera vez que lo ven, él es un perfecto desconocido y nadie confiaría sus intimidades a un desconocido, así que decide pasar dos tardes a la semana visitando aquellos paisajes y personajes.
Pasa mucho tiempo, tanto que al cronopio se le olvida aquel propósito de hacerse confidente de secretos. Ya solo va a asombrarse con aquellas maravillas, a perderse en sus colores y a encontrar por sí mismo esos secretos de los que hablaba el fama. Fama fantasma... Cómo le gustaría encontrárselo cualquier tarde de primavera en el museo...

Sir John More dijo...

Casi todos los famas son cronopios cansados, cronopios perdidos, cronopios enjaulados, cronopios muertos o cronopios educados... ¡Qué fama la de los famas! Y ¿a qué fama no lo asaltan sueños nocturnos, en los que se topa con un cronopio luminoso y divertido mientras vaga por las salas silenciosas del Museo?