sábado, 1 de septiembre de 2007

La pandereta de los conquistadores vagos

Un lejano amigo, hará unos catorce años, se mudó a Barcelona en busca de una oportunidad. Era pintor. Vivía en Rubí, en un modesto bloque de pisos repleto de antiguos emigrantes andaluces y extremeños. Nos contaba perplejo cómo, de entre todos los vecinos, la única que se dignaba a saludarlo era una señora mayor, catalana de pura cepa. El resto de los vecinos, charnegos, solían corresponder a sus saludos ocasionales con un perfecto desprecio. Cuento esto para dejar claro desde el inicio que así, en general, no tengo nada contra catalanes, vascos, gallegos, andaluces, controladores de vuelo, peritos agrícolas o administradores de la propiedad. Soy sevillano porque nací en Sevilla, andaluz porque a Sevilla le tocó caer en Andalucía, español, europeo, occidental, bla, bla, bla… Claro que todos estos adjetivos son sólo etiquetas, y como todas las etiquetas tratan de simplificar una realidad que, con el tiempo, se hace más y más compleja.

Y es que recordaba ayer un episodio que me ocurrió hace un par de años en Madrid, en unas Jornadas sobre Juventud e Inmigración. En una de las conferencias, un ruidoso y bastante maleducado grupo de muchachos provenientes de algún rincón de Cataluña intervino para largar la eterna cantinela nacionalista. Anticipo que, amante de los localismos culturales, de los detalles que nos diferencian y que a la vez nos unen en una diversidad fascinante, los nacionalismos en cambio me parecen una estupidez integral, una majadería demostradamente peligrosa. Pero cuando, además, los nacionalistas juegan con falacias históricas y con la ignorancia que suele traer la fe ciega y la obcecación por cualquier idea, entonces la vena se me inflama y no puedo mantener esta boquita mía cerrada, que es como mejor suele estar.


El grupito parloteaba grosero mientras otros asistentes intervenían, y cuando el turno de palabra le llegó a uno de ellos todos callaron para oír la cantinela que os digo. El muchacho, hilando no recuerdo cómo con el tema inmigración, hizo un alegato contra la invasión cultural de España en Cataluña, sin olvidar las consecuencias nefastas que tanto los tiempos de la dictadura como los de la democracia habían tenido en la economía de su país, ralentizándola e impidiéndole alcanzar los niveles europeos, en los que (imagino que por cuestiones de destino y de carácter) su país merecía estar. Al parecer, y según este muchacho, a Cataluña se la sojuzgó con una cultura de sevillanas y pandereta, pisoteando su idioma, y ahogándola en un estado de indigencia económica y cultural más propio del resto del país que de la vanguardista y sempiterna Cataluña. Pedí la palabra inmediatamente.

Y es que la historia del siglo XX se ha manipulado de un modo repugnante, y como siempre, a favor de los que suelen dictar la historia, claro. Por supuesto, es incierto que el régimen dictatorial de Franco respetó y alentó la existencia de dos focos de riqueza industrial que fueron Cataluña (más concretamente Barcelona) y el País Vasco, y que el resto del país fue tratado como simple reserva de trabajadores sobrevivientes. Tampoco se corresponde con la realidad que muchos de los personajes más influyentes del régimen franquista fueron a la vez empresarios y promotores catalanes y vascos, que lejos de luchar contra la dictadura y por la libertad de todos, se lucraron con trapicheos que, de paso, favorecieron exclusivamente el bienestar, al menos económico, de sus paisanos. Por supuesto, está totalmente demostrado que en Andalucía (entre otros lugares) hubo un complot masivo para exportar la única expresión cultural existente en esta tierra, la sevillana y la pandereta, para colaborar en el asalto a otras culturas superiores como las que reivindican los nacionalistas. De hecho, disponíamos de masas ingentes de jornaleros, desocupados, perezosos y adictos al tinto, que podían invadir con su simplicidad hasta la más elevada expresión de inteligencia. Algo de lo que no cabe ni ironía ni duda es de que la burguesía catalana demostró un impresionante ingenio emprendedor, ingenio bastante ajeno a los cuatro señoritos a los que pertenecía (y pertenece) casi todo el territorio andaluz. Como digo, cualquiera sabe que la supuestamente ancestral cultura andaluza fue ensalzada y promovida por esos sujetos de ridículo bigotito, que lucían una insignia de Dios en su solapa y en la mesa una foto de la última visita de Don Francisco a su coto de caza. Por estos pagos, las masas de trabajadores dedicaban su mucho tiempo libre a fiestas y romerías, y a cantar vestidos de flamenco (hasta en Villar del Río nos imitaron). Nadie pasó hambre, y si tantos buscaron un trozo de pan en el exterior se debió positivamente a su afición a los viajes y al poco amor que todos le tenían a su tierra. Que muchos de ellos acabaran aprovechándose del trabajo y el afán progresista de los catalanes no muestra más que la falta de entidad de eso que se llama Andalucía y, por otro lado, la atracción irresistible de una sociedad catalana ambiciosa y próspera.

En una réplica algo más comedida, el muchacho nacionalista reconoció que era hijo de cordobeses, y que la mayoría del grupo no sólo provenía de familias emigrantes, sino que respetaban profundamente la aportación que los emigrantes habían hecho al progreso de su país. Luego, sin embargo, volvió a insistir en el maltrato tremendo que Cataluña había sufrido por parte de España. Las razones nunca traen dudas a un fanático. Así pues, los emigrantes en Cataluña habían hecho bien su trabajo, probablemente por haberse integrado con rapidez al modo de vida catalán, pero en el resto de España seguíamos siendo unos conquistadores desalmados y salvajes.

Lo cierto es que desde que nací en los inicios de los años 60, cuando en esta región el hambre extrema y la pobreza sin salida ya se habían retirado a minorías molestas para el poder, me crié entre gente que trabajaba muchas, demasiadas horas, y por un sueldo que a duras penas permitía sobrevivir. Calculo que entonces, como ahora, en mi derredor digamos que había un porcentaje estándar de vagos, el que calculo que debe haber en todos sitios, y sin embargo por todos los rincones de esta ciudad, más entonces que ahora, surgían hombres que trabajaban de sol a sol, de lunes a sábado, y mujeres enormes que, además de levantar un hogar y la educación de varios hijos, debían servir en las casas de los señores (término éste que, sin desaparecer, con el tiempo ha cambiado bastante de contenido, dejando de estar limitado a los conservadores, ricos por tradición, y extendiéndose a nuevos ricos como artistas, socialistas y emprendedores). Yo, sin ir más lejos, estuve con catorce años a punto de entrar de aprendiz de un carnicero muy simpático que vendía carne de calidad. Afortunadamente, mis padres, aparte de pobres y casi analfabetos, eran gente razonable y enamorada de sus hijos, y eso permitió que yo eligiera seguir mis estudios. Así era Sevilla entonces, una ciudad llena de gente que entregaba su vida entera al trabajo para sobrevivir, mientras que en Cataluña el nivel de vida era bastante más alto, y la burguesía famosa se reproducía con facilidad, permitiendo que muchos de estos esforzados trabajadores obtuviesen unos derechos y una tranquilidad económica y social de los que por aquí andábamos a años luz.

(Foto proveniente de http://www.turismo.sevilla.org)
Esto que antecede no debe entenderse como un ataque a Cataluña ni a los catalanes. ¿Cómo podría yo atacar a aquella linda señora que le pasaba las llamadas a mi amigo con una amabilidad rayana en la santidad? ¿Cómo atacar a la gente de Barcelona, que en general siempre se mostró amable y respetuosa con nosotros? Aún más, aquí en Sevilla no podemos hablar demasiado alto, porque existe un amplio movimiento tradicionalista cuyo fanatismo y simpleza llena todos los años Sevilla de religión y verdad. Y no hablo sólo de la Semana Santa, hablo de otras religiones, otras fiestas, el Rocío, los toros, el fútbol, el vecineo cotidiano, instancias todas donde muchos mortales se muestran tan mórbidamente orgullosos de su realidad que nadie podría cambiar ni una coma en sus cerebros. Antaño fueron conservadores los que mantuvieron estas tradiciones paralizantes, pero hoy los medios de comunicación lo enredaron todo, y ay de aquel que vaya contra tantos iconos sagrados de los sevillanos. Creo no equivocarme si digo que, en mayor o menor medida, esta situación se da por todo el sur de la península, y progresivamente en el resto de ella y del mundo. Pero esto no quita que los nacionalistas sean gente cortita de miras, bastante interesada en su propio beneficio, y capaces de deshacerse de cualquier enemigo que trate de obstaculizar su misión sagrada.

Hoy leí en la prensa que el Centro Nacional de Epidemiología ha realizado un Atlas de mortalidad en España, y resulta realmente curioso comprobar que, salvo en los decesos por tuberculosis, en el resto de los mapas aparecidos en la prensa, Andalucía Occidental se lleva siempre la palma. Seguramente esto ocurre por un exceso de fiestas. Si estuviésemos reivindicando un estado propio, mediante las armas o a través de una estupidez precursora de las armas, posiblemente otro gallo nos cantaría…

14 comentarios:

Anónimo dijo...

Bueno, bueno, aquí habría tema para rato pero intentaré ser breve. Creo que la gente es fácilmente manipulable y que los nacionalistas se aprovechan de la necesidad que tenemos todos de pertenecer al grupo, de no sentirnos aislados ni rechazados. Por eso los charnegos suelen ser los más vehementes en defender sus ideas prestadas. Son campo abonado para nacionalistas sin escrúpulos que sólo buscan su propio beneficio.
Es triste que en el siglo XXI todavía discutamos por fronteras que son completamente artificiales. ¿Es que no se han instalado Google Earth?
La única solución es, en mi modesta opinión, enviar a nuestros hijos adolescentes al extranjero. Se aprende tolerancia y se adquiere un sentido "amplio" de la vida que te vacuna contra los que se miran el ombligo. Si no hubiera tanto en juego me harían reír.

Anónimo dijo...

Como con esto del nacionalismo yo me indigno -en especial el nacionalismo catalán, por lacrimógeno y sibilino, me parece abominable- prefiero no explayarme demasiado, aunque motivos no me faltarían, que conozco bien el percal por motivos personales. Es evidente que el nacionalismo, aparte de una prueba de retraso cerebral, es un método de "pressing" claramente orientado a la obtención de beneficios con el mínimo esfuerzo. Siendo el nacionalismo agresivo, invasivo y violento -como todo movimiento cerril que se precie-, el agredido, invadido y violentado tiende a ceder al chantaje de la bestia enfurecida, en la esperanza -vana, por supuesto- de aplacar las exigencias. El nacionalismo es un chantaje miserable para obtener más presupuesto, más infraestructuras, más concesiones, más transferencias ejecutivas. Pero ya se sabe que, cuanto más dinero se le da al chantajista, este más se crece y más pide. Los malo es que los hijos de los chantajistas creen que la fortuna de papá deriva de medios honrados, porque uno siempre se cree lo que papá le cuenta. Y ya la tenemos liada. Todos los niños a los que se amputa el cerebro en las "ikastolas" catalanas -que las hay a manta- se manifiestan como se manifiestan: estos españoles vagos que les quieren quitar el pan. Es una pena que no se pueda recortar su pedacito de tierra con una sierra y mandarlos a tomar por saco. Ya verías que pronto quedaba todo en su lugar.

Anónimo dijo...

Ana, yo siempre he querido fundar el partido independentista español para coger esa sierra a la que te refieres y amputar determinados miembros gangrenados. Estoy harto de que un puñado de votos decida mi futuro.

Sir John More dijo...

Bueno, muchachos, tranquilicémonos, a ver si acabamos todos salpicados de sangre. Es cierto que son una lata, y en algunos lugares algo más que eso, pero no queda otra que mantenernos en este lado de la legalidad y de la libertad. Dan ganas a veces de cortar, amputar y destripar, pero nos quedamos mejor en seguir usando los métodos pacíficos. Como bien dice Tawaki, lo suyo es seguir educando a nuestros hijos en la tolerancia y en la diversidad; ellos se reirán en el futuro (tal vez ya lo hagan) de todos esos que portan banderas (del color que sean).

Besos y abrazos nada nacionalistas...

Jorgewic dijo...

Queridos mios, menos mal que en nuestros blogs no entra ni el Tato, porque lo de empezar a meter la política y el tema nacionalista donde deberían ir nuestros poemas y otras guarrerías del intelecto es una de esas cosas que carga el diablo. Podrías tirarte dos meses borrando comentarios.

Yo siempre he dicho que el nacionalismo se cura viajando. Y que, en materia política, a este país le vendría muy bien una revisión a fondo del sistema electoral, porque esos partidillos de tres al cuarto que abanderan la boina y la txapela están desproporcionalmente sobrevalorados y dan mucho por el culo a los demás que no nos metemos con nadie. Hacerle una concesión a un nacionalista es como mear en el mar, nunca lo vas a llenar, porque a los cinco minutos ya te está pidiendo otra cosa. Por eso lo mejor es negarles por sistema todo y que vayan en el mismo saco que los demás tanto para repartir la herencia como para picar en la era.

Ah, y pásmate, Sir John, pero al hilo del último comentario que dejaste en mi blog, se me olvidó comentarte que un servidor nació..., ejem, en Sevilla. Quiero creer que en el famosísimo "Hospital de los Incurables", pero todavía no he podido confirmar el dato.

Besos a todos/as.

Sir John More dijo...

No, si ya decía yo que algo malo te notaba... Ese Hospital de los Incurables debe ser el Hospital de la Caridad, que estuvo antiguamente dedicado a incurables, y que ahora poco menos que sigue estándolo, porque se dedica a recoger ancianos vagabundos. Vaya, pues no sólo naciste en Sevilla, sino que naciste en un lugar tremendamente particular de la ciudad...

En cuanto a eso de los nacionalismos, sí, estoy de acuerdo contigo. Lo cierto es que mi intención era sólo recordar aquella anécdota con el grupo de cachorritos, y quejarme de que la historia se reescribe con indignante facilidad. Lo del nacionalismo es como al que le gusta Julio Iglesias o Lucía Etxebarría: basta que oigas un poco de música o leas algún buen libro para que comiences a alejarte de esas chorradas tan peligrosas. Prometo no rozar más la política: también me gustan más nuestras boberías que estos asuntos grises gestados en cabezas de chorlito (con perdón de los chorlitos). Abrazos, sevillano. Por cierto, no sé si vives en Madrid, pero este fin de semana que viene viajo a la Corte, y creo que tendré algún hueco en mi apretadísima agenda. El café no cuesta caro en Madrid, ¿no?

amart dijo...

Suscribo todos los comentarios, en especial el de Ana de la Robla, contundente en su exposición y carga de sentido común. Dan ganas, desde luego, de cercenar tanto miembro gangrenado, si no fuera por la evidencia de que los voceros son cuatro arribistas capaces de vender a su madre por su minuto de gloria frente a cualquier cámara con el pilotito encendido. La inmensa mayoría de quienes viven en Cataluña, País Vasco, Galicia, sólo quieren que se les deje vivir en paz y que paren ya de tocarles los collons. Y por todos estos no se puede echar mano de la sierra.
¿Tan difícil es hacerles el vacío desde los medios de comunicación? No creo que hubiera nada que les jodiera más.

Anónimo dijo...

Una precisión: no creo haberme manifestado en pro de la ilegalidad ni haber propugnado ningún radicalismo. Me he limitado a decir lo mismo que ha hecho Jorgewic con mucha gracia: que dar hilo a la cometa nacionalista es como mear en el mar. Y cuando he hablado de amputar con una sierra el cachito de turno, lo que evidentemente queria expresar es que. si ciertamente se concediera la independencia a estos insensatos, bien pronto se iban a notar el descenso de los ingresos y parabienes estatales. Que no se me añada ni quite una coma. Gracias y un beso.

C.C.Buxter dijo...

Ay, sir john more, usted no habla del nacionalismo, ¡habla de la estupidez humana! No hace falta ser nacionalista para no saludar a alguien; eso de saludar, hablar de usted, dar las gracias o quitarse la gorra o las gafas de sol cuando se entra a un local está pasado de moda.

Yo soy catalán y (Dios me libre) nada nacionalista; no se deben confundir ambas cosas, como suele hacerse tanto desde el nacionalismo (por interés) como desde el antinacionalismo (por error o ignorancia, supongo). Por eso las metáforas sobre las sierras y las amputaciones no son nada afortunadas...

Respecto a la manipulación de la historia, es una batalla perdida no sólo en Cataluña, sino en toda España. La historia, en la escuela, se utiliza por los políticos de turno para legitimarse a sí mismos. Yo he visto libros de la infausta ESO en los que se pasaba de la caída del imperio romano en la península ibérica, directamente a la invasión musulmana. ¿Algún niño se preguntaría qué hubo mientras tanto aquí? La única salvación es toparte con un buen profesor (que los hay) o ir a la librería... De la guerra civil y el franquismo no hablo porque es una pérdida de tiempo: todo el mundo sabe que, no ya en Cataluña, sino en toda España, nadie era franquista. Es más, he llegado a creer que todos los españoles de la época estuvieron en París durante el mayo del 68...

Para acabar, quiero decir que quienes son nacionalistas no tienen que serlo, forzosamente, debido a oscuros motivos, a un egoísmo rampante o al atolondramiento colectivo; simplemente son nacionalistas, como los hay que son liberales, comunistas o socialdemócratas. Que uno esté o no de acuerdo es una cosa, y otra muy distinta es creer que el distinto siempre lo es por "malos" motivos. Cierto es que, para mí, el nacionalismo como ideología es victimista, provinciano y antihistórico (además de pseudohistórico), pero no significa que todos los nacionalistas sean así.

Sir John More dijo...

Creo, amigos, que todas nuestras tonterías literarias nos conceden una visión más clara del asunto, y también nos permiten coincidir en lo básico de este problema. Como dice Jorge, en estos territorios probablemente sólo entrarán algunos individuos extraviados que suelen usar su cabeza para pensar, y por eso creo que todos coincidimos en lo fundamental. A veces el tema cansa tanto que uno se obnubila y olvida lo que dice Amart, que al fin y al cabo son todavía una minoría, y que allí, como en todos lados, abunda sobre todo la buena gente. Aunque, como apunta Ana, las ikastolas locales florecen y no sólo en Cataluña y el País Vasco, y en algunos casos, no lo niego, con toda la buena fe del mundo. Creo que, por mi parte, dejé claro que no considero que la población general de aquellos lugares donde el nacionalismo arraigó deba ser peor que en otros lugares, pero disiento un poco de él cuando dice que cree que el nacionalismo es victimista, provinciano y antihistórico (con todo el corolario práctico de estas virtudes), pero que no todos los nacionalistas tienen por qué ser así. Bueno, un poquito sí. Todos tenemos defectos, y seguramente habrá entre estos señores buenas personas, eso sí, en mi opinión política y radicalmente equivocadas. Pero abrazar cualquier nacionalismo (repito, incluido el españolista, el europeísta, el occidentalista o el rociero) demuestra cierta labilidad mental del interesado.

Más allá de este tema, hay otro que me preocupa casi más, y es el uso que determinados nacionalistas encubiertos hacen de los nacionalistas declarados, y en eso sólo hay que mirar los medios de comunicación. Mucho debe avanzar mi Alzheimer para que yo, huyendo de una bandera, me ponga debajo de otra...

En fin, tomad ejemplo de mí, que cuando hablo con cualquier desconocido de mi ciudad nunca le pregunto antes si es nazareno o sevillista... La ciudad de la tolerancia esta Sevilla mía... Je, je...

Abrazos y besos.

Anónimo dijo...

Como mi cabeza está infaustamente plagada de tonterías literarias y demás chuminadas campestres, poco puedo añadir a lo que habéis dicho.
Sólo insistir en la importancia de que papá y mamá desenrosquen la boina al nene y lo lleven a ver el mar.
Sir John, compruebo con regocijo que tu vehemencia es contagiosa. Dios los cría y la red los junta.
Un abrazo extensible a todos.

Lula Fortune dijo...

No iba a intervenir en tan (por momentos)tarantiniana discusión,más que nada porque vivo en una de esas "nacionalidades" que casi curiosamente se ha obviado en la discusión. Si lo hago es al hilo de el último comentario de Sir:a veces huyendo de un extremo caemos en otro. Odio las banderas, los himnos, las raices (yo quiero pies para caminar)...pero absolutamente todos.Eso no quiere decir que no sienta amor por mi tierra, y por Sevilla(a la que adoro),por Cataluña (donde viví hasta los 15 años)y por todos los lugares donde me siento bien.Las discusiones ideológicas son cortinas de humo que ocultan las más de las veces los verdaderos problemas de una tierra.
Bueno, que habría mucho de qué hablar (no discutir, por favor) que vengo yo muy positiva de las vacaciones. Como prueba de mi espíritu conciliador he instalado un traductor en mi blog (espero que funcione)Bicos :)

DIARIOS DE RAYUELA dijo...

Nadie es nacionalista salvo los nacionalistas. Pero...

¿Qué porcentaje de nacionalistas había en el País Vasco o en Cataluña en los albores de la democracia?
¿Por qué ha crecido la influencia del nacionalismo no sólo en sus respectivas Comunidades Autónomas, sino también en los ámbitos del poder estatal?
¿Le cuesta lo mismo a un diputado nacionalista ganar su escaño que a un diputado de un partido estatal?
¿Cambian los discursos de los partidos estatales hacia los partidos nacionalistas cuando les toca gobernar respecto de cuando les toca hacer oposición?
¿Tiene alguna influencia sobre los preuspuestos de una Comunidad Autónoma la existencia en su territorio de partidos nacionalistas fuertes, incluso de organizaciones armadas independentistas?

La discusión planteada, querido Juanma, es apasionante, pero cualquiera de los razonamientos expuestos en tu entrada o por tus comentaristas, mayormente sensatos, de todo punto razonables, seguramente incontrovertibles, tropieza siempre con una realidad terca, la de un sistema -constitucional, representativo, financiero- que ha alimentado a la bestia.

¿Se atreve alguien, por ejemplo, a defende que la descentralización sanitaria o educativa es una aberración? ¿No sucederá a medio plazo que un cáncer se cure en en las comunidades ricas con los más avanzados sistemas sanitarios y en las pobres con acupuntura? ¿Después de toda una vida educativa regida por currículos autonómicos y geografías de pequeñas patrias, no tendrán acaso que utilizar nuestros univesitarios el GPS para ubicar Zamora, Chinchón o los Picos de Europa?

El panorama es ciertamente deprimente. Y tiéne en él una irresponabilidad grave quien les da alas a algunos tipejos que campan por el Congreso de los Diputados, por ejemplo, con declaraciones y comportamientos que los sitúan en el umbral del analfabetismo pero que viven como Dios a costa del erario público estatal.

Un abrazo a todos.

Sir John More dijo...

Sólo un pequeño añadido al amén rotundo que corresponde a tu entrada, José Carlos: si esos individuos pacatos (a los que, por cierto, se les podría aplicar la frase de Pessoa "Sólo una cosa me maravilla más que la estupidez con que la mayoría de los hombres vive su vida, y es la inteligencia que hay en esa estupidez"), si esos individuos, digo, campan a sus anchas en el lugar donde se decide el destino comunitario de todos, es porque el resto de individuos que andan por allí están guiados no por el bien de los ciudadanos, sino por el interés económico propio y por el puro poder, y porque permiten que se adoctrine a la población en nacionalismos sagrados, mucho más cuando ellos entienden que la educación, lejos de enseñar a pensar a la gente, lo que debe pretender es inculcar ideas sagradas en la cabecita de nuestros enanos y enanas. Sí, es un poco deprimente...

Abrazos.