martes, 21 de abril de 2009

Salvemos a los que no quieren creer

Hace unos días, algunos teólogos, monjes y otras personalidades cristianas se reunieron y pregonaron a los cuatro vientos sus profundas desavenencias con la representación viva de Dios en la Tierra. Como suele ocurrir con las cosas de la religión (para nada afectadas por la lógica), y de forma bien repentina, toda la impepinable infalibilidad del Santo Padre se desvanecía hasta convertirse en sólo el recuerdo de la enésima mentira. Pero es más, ahora el oscuro Ratzingegran_viñeta_roto2r no sólo se equivoca, sino que lo hace adrede y con mala voluntad, en una especie de prevaricación divina.

Estas bellas personas, preocupadas por el papel del cristianismo en este valle de lágrimas, criticaron la lejanía que anda fraguando el actual Papa entre la Iglesia y la sociedad. “La pérdida de credibilidad de la institución católica –declaraban estos señores– está alcanzando cotas preocupantes. Este descrédito puede servir de excusa a muchos que no quieren creer, pero es también causa de dolor y desconcierto para muchos creyentes”. A ver si me aclaro: algunos hijos de Dios no queremos creer, es decir, no deseamos tragarnos toda esa sarta de mentiras podridas, corrompidas por el tiempo y por esa utilización empresarial y sucia de la soledad del ser humano y del sentimiento religioso de las personas; pero para negarnos a creer, por lo visto, necesitamos buscar una excusa. Y este Papa inconsciente nos la brinda con ese descrédito que cada día cultiva con sus ideas reaccionarias y peligrosas.

Más adelante, introduciendo una idea que no tiene mayor interés, estos señores declaran: "Durante gran parte de su historia, la Iglesia fue una plataforma de palabra libre”. De aquí vuelan los Francisco Vázquez besa el anillo del Papateólogos y expertos religiosos a solicitar que la Iglesia vuelva a ser esa plataforma de palabra libre. No obstante, cualquiera que sepa un poco de historia, y no digamos si se tienen conocimientos sobre la Historia Universal, podría preguntarse si estos revolucionarios viven en la Tierra o se mudaron hace tiempo a Ganímedes.

Con estas ideas rozando mi irritación, escucho al ex alcalde de A Coruña, hoy embajador español ante la Santa Sede, Francisco Vázquez, afirmar en la radio que Benedicto XVI es hoy día uno de los intelectuales más prestigiosos del mundo, y que en todas estas tonterías del condón y del aborto está siendo mal interpretado. Pero vaya, no creo que haya que referirse a personaje tan siniestro (el ex alcalde) para comprobar la lamentable falta de laicidad del socialismo español, que, parapetado en dos o tres leyes blandiblú, se enfanga con fruición, aquí y también allá, en las sacrosantas costumbres de la Santísima Madre Iglesia.

Resumiendo: nos salvarán del reaccionario Ratzinger unos hippies bondadosos que buscan, mediante la revolución conciliar (vaticana segunda, claro), ese futuro de igualdad y fervor en el que todos seamos hijos e hijas de Dios, y en el que los díscolos no podremos ya encontrar excusas para no querer creer en el Altísimo. Tengamos en cuenta que el Altísimo existe precisamente gracias a las suscripciones de fe… Si no fueran estos hippies, será nuestra clase política la que nos salvará, la misma que se enfunda un frac y agarra un cirio a las primeras de cambio. Arrepentíos, hermanos compañeros, porque se acerca el futuro idílico del socialismo cristiano, donde el progreso y la bondad nos cubrirán con su dulzura pegajosa, mendaz e inculta.

3 comentarios:

T dijo...

Muy de deprisa porque ahora no tengo tiempo, te hago una pequeña corrección: la infalibilidad del Papa no se extiende a todas sus actuaciones. El papa, como cualquiera, puede equivocarse y decirlo no atenta contra ningún dogma católico. La infalibilidad sólo se extiende a las declaraciones que el Pontífice hace ex-catedra en una declaración solemne sobre materia de fe o doctrina.
Espero tener tiempo más tarde para el debate, si se suscita.

Sir John More dijo...

Bueno, a falta de otros argumentos, es el Papa el que decide en cada momento si habla ex cátedra o si lo hace como un simple mortal, potestad mucho más cómoda pero no menos insólita que la de un Dios que, por fuerza, debe ser infalible. Este Señor, que no sólo no es uno de los mejores intelectuales de Europa, sino que es un individuo al que, por sus obras, yo no le prestaría ni cinco céntimos, puede hablar en nombre de Dios cuando le plazca, y, como siempre, el único argumento para aceptar su infalibilidad es el de la fe. Pobre argumento a mi parecer, y no por indemostrable, sino porque comulga con ruedas de molino, nunca mejor dicho.

Besos.

T dijo...

Yo creo que, al margen de sus escritos teológicos, Ratzinger sí es un brillante intelectual y al contrario que tú yo sí me gasto el dinero en comprar los libros que escribió antes de ser Papa.

Imagino que tú no lees a ningún teólogo, con lo cual será difícil para tí comparar su obra con la de otros teólogos, pero te aseguro que Ratzinger es un gran teólogo.

Me interesan también mucho sus escritos no teológicos. Es evidente que toda su obra está impregnada por la Fe pero yo creo que la Fe no debe ser impedimento para leer a nadie como tampoco lo es la falta de Fe. No veo la razón por la que la Fe invalide a un intelectual y, de hecho, existen grandes intelectuales en todos los campos que han profesado una religión.

Por otra parte, insisto en que no se trata de hablar en nombre de Dios cuando le plazca. Él habla como Pontífice de la Iglesia Católica pero lo de hablar 'ex catedra' no es algo que ocurra todas las tardes, de hecho son ocasiones rarísimas y muy excepcionales y nunca han sido un capricho personal del Pontífice de turno sino un proceso teológico que en ocasiones ha llevado siglos.

Lo que si es evidente es que para los católicos, su opinión siempre es importante, aunque sea para discrepar de ella.