Sabina tiene voz de sobaco, perdonen que insista. Viene al caso la reiteración porque esta mañana, en uno de esos accesos matinales que uno cree de lucidez, acertaba yo a distinguir dos de las principales causas por las que la música (y tal vez otros tipos de arte con ella) padece hoy día de tantos males: la alegría y la actualidad.
Sí, amigas y amigos, lo suyo, también en música, es estar alegre y ser actual. La alegría se demuestra con una mente abierta, con unos ojos optimistas que buscan las mitades llenas, con una conducta conciliadora que evita la crítica ácida y la destrucción del buen rollo. La alegría es lo que le falta a ese individuo que, en medio de la algarabía general, desentona con sus objeciones, con sus reparos disonantes. La alegría es siempre avanzar hacia delante, no detenerse nunca en este detalle o el otro: ¿lo estamos pasando bien? ¿Nos une esta indiscriminada superficialidad? Entonces, ¿para qué estropear el asunto? Dejémonos de monsergas, de demorarnos en el tejido de las melodías, en ese supuesto valor de las obras de arte. ¿Cómo se pueden equivocar tantas mosc… perdón, tantas personas? En este carnaval especialmente contento florecen, entre otros bichos, esa ralea especial de entendidos enciclopédicos, cuya altura intelectual se ve grandemente favorecida por la producción indiscriminada de basuras musicales, cada una de ellas con su aquél y con su cosa. La profusión de información oculta en ellos una absoluta falta de implicación emocional en el asunto, aunque en el fondo, ¿qué mas implicación que esa que nos venden las distribuidoras? ¿Es que acaso cuando uno escucha seis veces al día, en seis sitios diferentes, los compases del Waka Waka, uno no siente cómo cada cuerda de su alma vibra al ritmo de esa gran mujer y mejor artista? ¿Es que Sabina no cumple a la perfección la necesidad que todos tenemos, en determinados momentos, de cambiar el Waka Waka por una música intelectual, que nos haga sentir filosóficos y encantadores, aunque sea con una música digna de Torrebruno y esa voz insoportable…mente original… de sobaco?
No sé si lo han vivido, pero al individuo melindroso suelen preguntarle: ¿escuchaste el último disco de Fito y Fitipaldis? El citado individuo, asquerosamente elitista, responde negativamente con una expresiva mueca de desagrado. Es el cenizo, el que se queda fuera de la fiesta, el que será incapaz de vivir el concierto de Fito y sus amigos, el triste. ¿La música? ¿Acaso no debe servir para alegrarnos la vida?
Además, este individuo es inactual, está desfasado, no navega con los tiempos. Sus gustos ancestrales son eso, prehistóricos, y por definición gastados y superados. Y sus vanguardias presentes pecan, ay, de silenciosas, y por tanto no existen, puesto que para poseer hoy día un certificado de existencia artística uno necesita, sine qua non, un chorreo de adhesiones alegres y emocionadas, además de un número de horas mínimo de vuelo por las múltiples emisoras musicales del dial, y de ser posible un anuncio contratado en los informativos de alguna cadena de televisión, o en las páginas del alegre y actual suplemento cultural de algún periódico de tirada nacional.
Moraleja: sea usted alegre y actual, joder. No se me tome tan a pecho las cosas…