“Queremos que haya más lectura, más tecnología, más idioma y más jóvenes”. Esto ha dicho la señora Mar Moreno, Consejera de Educación de la Junta de Andalucía. Éste es su objetivo en un curso en el que, entre otras cosas, van a gastarse 80 millones de euros en la compra de ordenadores portátiles para todos los niños de 5º y 6º de primaria. Y es que en Andalucía, oiga, estamos que nos salimos en temas de educación. ¿Quién va a prestar ahora atención a todos esos catastrofistas que vienen con milongas del fracaso escolar o de la disminución alarmante del nivel de alfabetización efectiva de la juventud? ¿Qué van a decir todos esos agoreros que ven oscuros espejismos en el sanísimo ambiente cultural y social de una Andalucía cada vez más moderna, sabia e instruida?
Una vez conseguido un profesorado sobresaliente, con una vasta cultura general y unas habilidades pedagógicas impresionantes, profesionales profundamente implicados en la formación integral de sus alumnos. Una vez que contamos con unas condiciones inmejorables en los recursos disponibles, con una envidiable relación entre el colegio y su entorno social, y específicamente entre los profesores y los padres y madres, algo que se refleja en el funcionamiento impecable de las AMPA y los Consejos Escolares. Una vez que las instalaciones están adaptadas a las condiciones del frío invernal y del bochorno estival, con sistemas de calefacción y refrigeración de último modelo y unas comodidades suficientes para la estancia diaria de niños y niñas. Una vez coordinados todos los niveles educativos, adecuándolos no sólo a la realidad económica de la región, sino también a nuestra tradición cultural y a la esencial tarea académica de preservar el saber y transmitir la cultura de nuestros antepasados. Una vez realizadas todas esta hazañas, qué mejor que ir introduciendo a nuestros hijos en las nuevas tecnologías...
Cada día me da más vergüenza pertenecer a esta civilización (no sé que tipo pervertido de alianza se podría establecer entre civilizaciones podridas y decadentes). La irresponsabilidad e ineptitud de los que nos dirigen sólo son superadas por su degeneración moral (o social, que para el caso es lo mismo). En ese submundo de obsceno arribismo y elegancia paleta que es la política, todo es endogamia, narcisismo, riqueza barata, trajes, posturas, imagen, una falta absoluta de nobleza y dignidad que estos (y estas) indeseables restriegan por nuestras caras con desfachatez de gansters.
Desde que ese carismático e inteligente embaucador que fue Felipe González perfeccionó la democracia como red tramposa de placer y negocio, y lo hizo con una efectividad que ningún mafioso conservador o golpista jamás osó soñar, nos hemos ido acostumbrando a este runrún mentecato y palurdo bajo el que, disimulando nuestra confusión con basura multimedia, nos van jodiendo la vida sin prisa pero sin pausa. El Gran Hermano sería hoy sólo un estúpido dictador con fecha de caducidad, porque no habría entendido que la mejor forma de robarle el poder a la gente es hacerlo sin enseñar la figura, descartando los valores de humanidad y sabiduría y fomentando otros que el sistema corrupto puede fácilmente satisfacer: el placer irreflexivo e inmediato, la chulería, el morbo malsano, la chabacanería incivil... De todos estos vómitos se nutren los repeinados que, a izquierda y derecha, nos gobiernan para cometer sus tropelías, y la represión ya no les resulta necesaria. Es hoy el pueblo el que mataría a su representante si este se atreviera a sacar la televisión de sus hogares.
De nada serviría investigar quiénes son los verdaderos beneficiarios de esos 80 millones de euros, ni de otros muchísimos millones que se gastan en mejorarnos la vida. No serviría de nada porque nada importa realmente un comino. Somos jodidamente felices...