jueves, 21 de mayo de 2009

Tiempo púrpura azulado

Jacaranda Fiel y parsimoniosa, ejemplar y elegante, florece un año más la jacaranda. Hoy se alza rodeada de cipreses, vigía de la paz y el silencio de los muertos, esbelto reloj de un tiempo púrpura azulado.

Ayer hicieron setenta y tres años que tú afloraste entre ellas. Serías suave como un suspiro, blanca, marina, intacta pluma sobre una tierra de bombas y sangre inminentes. Serías hermosa, un tesoro para la abuela: insondable esperanza en el horizonte, risa en el perenne infortunio, pan en la miseria perfecta. Y así afrontaste siempre la vida traidora, con alma de limpio algodón y brazos de sol afanoso, tierna aunque audaz, desvalida pero gigante, cargando con un destino de trampas e ingratitud que nunca pudo con la bravura de tus manos…

Hoy la jacaranda, un año después, setenta y tres años más tarde, se mece fiel y parsimoniosa en los últimos aires de la primavera. La nieve fulgente de las tumbas, atestada de cuentos antiguos, no impide que en el cementerio sólo se advierta el revoloteo de los mirlos y las palomas torcaces, y el sigilo melancólico de unos gatos desconfiados. Miro a la jacaranda, y el viento y el tiempo pasan huidizos entre sus ramas.

viernes, 15 de mayo de 2009

Por cierto…

Hablando de Elvira Lindo, esta asombrosa escritora publicaba anteayer en El País un pequeño artículo titulado Un cursillo. El texto iba en la línea de esos pequeños chascarrillos insulsos a los que nos tiene acostumbrados El País para dar unos duros a nuestros escritores más insignes. Con bromitas llanas y pedestres, nos ilustran sobre los pequeños valoresimages de la democracia, sobre su necesidad y sobre su maltrato; por supuesto, cuando se trata de los amigos socialistas, sin señalar, claro. Aunque, a decir verdad, el tema suele ser lo de menos. Con frecuencia son asuntos obvios, oscurecidos por las rústicas agudezas y por un anecdotario de babuchas y bata de guatiné.

En este caso, el tema del artículo de la señora Lindo me dejó por completo indiferente. Bueno, debo aclarar, en bien de mi reputación, que no suelo leer a esta mujer; más aún, me niego a leerla a ella y al resto de sus amigotes. Pero ayer tuve un día tonto, y me pregunté si seguiría escribiendo tan bien como al principio. Soy consciente de que, al lado de los ríos de buen periodismo y de las montañas de libros dignos de ser leídos, analizar un texto tan memo parece una lamentable pérdida de tiempo. No obstante, desde pequeñito, tuve afán científico, y a veces debo justificarme los rechazos tanto como me justifico los gustos. Así que tomé el artículo y lo leí. Si eran dos párrafos de nada…

El suelto de la madre de Manolito Gafotas comienza así:

“¿Quién es más chorizo?: ¿el que mete la mano en la caja y sabe (…)?”.

Da igual lo que sabe el que mete la mano en la caja. Lo que me chirrió fueron esos dos puntos entre pregunta y pregunta. Nuestro idioma es suficientemente rico como para no arriesgarme a que salga por ahí algún nieto de Lamíquiz y me refute el desagrado, por lo que sólo diré que la cosa me chirría, aunque gente mucho más sabia sabrá decirme si acierta mi intuición. En una frase más abajo la Lindo vuelve a usar otros dos puntos entre interrogaciones, pero la frase estrella es la siguiente:

Su gesto [del político corrupto] al entrar en los juzgados no es el de quien actúa al margen de la ley, sino de quien cree que ostentar un cargo público es una manera peculiar de regentar una posesión privada.

Me decía un amigo al que le comentaba la frase que, sin querer, la señora no se equivocaba al suponer ostentación en los cargos públicos, pero está claro que Doña Elvira no pretendía insinuar nada, y que sólo usa el término ostentar en su acepción más estentórea (palabreja inconmensurable del difunto Gil y Gil). Lo de “regentar una posesión privada” también tiene mandanga; a no ser que si, por ejemplo, tu posesión es un quiosco de prensa, puedas regentarlo siempre que lo hagas creyéndote quiosquero mayor del Reino.

En fin, que esa niebla de ambigüedad y desatino que rodea a los textos de Doña Elvira se produce no por defecto del lector, sino por imprecisión manifiesta de la escritora. Pero –me dije-, joder, Sir, parece mentira que seas tan cabrón… Uy, perdón, si es que esto de leer a esta generación de escritores gamberros… Me dije: Vaya, Sir, parece mentira que seas tan susceptible y exigente. Lo importante es que la mujer critica la corrupción política, y al fin y al cabo se hace entender, incluso sin faltas de ortografía… Pero entonces, ¡catapún!, me encuentro con esto:

La corrupción brota aún en los países donde los políticos andan más aleccionados en materia de honradez, pero en España da la impresión de que los partidos han sido incapaces de adiestrar al batallón (…).

Ese acento, Elvira, ese acento…

Pero si uno deja de enfangarse en el verbo torpe de esta mujer, si tomando un poco de distancia hojea sus libros, esa idiotez suma y de mal gusto que es Manolito Gafotas, y lee luego a los críticos literarios, advirtiendo el éxito no sólo editorial sino también periodístico de esta señora, entonces sólo te quita el cabreo hundirte en una tragedia de Shakespeare, solazarte en unas cartas de Cortázar o Lorca, navegar por algún cuento de Poe, derretirte con algún poema de Neruda… ¿De qué estaba yo hablando?

martes, 12 de mayo de 2009

El próximo Nobel

alatriste

Con motivo de una lujosa reedición comentada de los libros, Juan Ramón Lucas, en la línea profundamente ilustrada de los tiempos, dijo esta mañana en Radio Nacional que las novelas protagonizadas por el Capitán Alatriste, de Arturo Pérez-Reverte, habían pasado a ser obras maestras de la literatura española, equiparables a El lazarillo de Tormes, a La Celestina e incluso a Don Quijote de la Mancha. Don Arturo, siempre tan discreto y humilde, al parecer comentó hace unos días que estas novelas habían sido precisamente las que le habían permitido ingresar en la Academia de la Lengua, y que se dio cuenta de lo que realmente valían cuando un taxista, que conocía perfectamente al personaje, le reconoció que no había leído sus libros. El Capitán ya no era suyo, sino de la gente. Imagino que se comparaba también con Don Miguel de Cervantes, vistas las muchedumbres que hablan del Quijote sin haber leído una sola página del libro. Propongo que el próximo Nobel se lo disputen Pérez-Reverte, la Rowling, Ruiz Zafón, Elvira Lindo, José María Aznar y el negro de Ana Rosa Quintana.

Nobeles

domingo, 10 de mayo de 2009

Traduttore traditore…

“Quejica y viejo protestón”, así me llamó al cabo de los años un antiguo amor por el que, tras muchos años de silencio, nunca había perdido la devoción. Ha sido, sin duda, la forma más triste de desterrar un cariño de las estanterías de mi corazón. Y es que la fama de quisquilloso me persigue, y últimamente mi edad, que empieza a ser provecta, proporciona a mis críticos una razón más que aceptable: ¡viejo cascarrabias!

Doña Flor Alianza Por eso me gustaría que me diesen su opinión. Apuro Doña Flor y sus dos maridos, de mi adorado Jorge Amado. Fue un regalo de alguien a quien quiero mucho, de ahí que el libro tenga doble valor. No obstante, sus primeras cuatrocientas cincuenta páginas me han traído, además de buenos momentos de complicidad con el brasileño, una angustia indefinida. En muchos de sus párrafos no he reconocido yo a Amado. Leí Los viejos marineros (traducido por Basilio Losada) y quedé absolutamente fascinado por Don Jorge y sus mundos. Luego, entre la escasez de títulos suyos en las librerías de Sevilla, encontré Capitanes de la arena (traducido por Dante Hermo), un libro aburrido que me hizo pensar que el anterior había sido sólo una perla en el vacío, pero entonces Gabriela, clavo y canela (también traducido por Dante Hermo) me reconcilió con mi amigo, y aunque no me pareció un libro tan asombroso como el primero, disfruté con esa forma seductora de contar e imaginar personajes y situaciones. Y por eso, cuando comencé a leer Doña Flor y sus dos maridos noté algo extraño. Sí, era Amado, pero su lenguaje resultaba espasmódico, irregular, precario. Creo que el libro es un libro menor de Amado, pero posee pasajes suficientemente suyos como para que merezca la pena leerlo. Aun así, su calidad literaria puede muy bien ponerse en entredicho, sobre todo por los pobres recursos lingüísticos que parecen adornarlo.

Y esto es lo que a mí no me cuadraba justo cuando hete aquí que mi cascarrabiez, mi criticonería, mi protestantismo insobornable me llevaron a pensar mal de la traducción que Rosa Corgatelli y Cristina Barros realizan para Alianza Editorial. En alguna ocasión he estado dudando si ciertas construcciones gramaticales del libro no han sido meras transposiciones literales del modo de hablar brasileño a un castellano que no las soporta, pero hasta ahora no había querido mirar el original. Ha sido una de estas veces que te cansas y ya no puedes pasar por alto ni la más pequeña tontería. El libro en español rezaba:

En cuanto a ella [Doña Flor], era de poco remedio y mucha salud, ya que no recordaba haber estado enferma (salvo el insomnio de viuda).

Amado1La salvedad me chirriaba, no estaba bien expresada. Así que me dije: joder, ya está bien, Amado merece que me levante, que busque en algún sitio el original y me quede de una vez tranquilo. Así lo hice, y encontré que el párrafo original era el siguiente:

Quanto a ela, era de pouco remédio e de muita saúde, não se lembrando de quando estivera doente (a não ser a insônia de viúva).

De aquí deduje que la salvedad estaba traducida de cualquier manera. No la voy a tachar de gramaticalmente incorrecta, pero sí mantendría ante cualquiera que la traducción es ambigua y poco delicada. De hecho, para mi gusto, basado en la pura intuición (porque sé de portugués todo lo que puede saber cualquier turista que ha visitado varias veces el hermoso país vecino, es decir, casi nada), la traducción más correcta (casi literal) del párrafo sería:

En cuanto a ella, era de poco remedio y de mucha salud, no recordándose cuándo estuvo enferma (a no ser por el insomnio de viuda).

Pero por estas cosas de la vida, divertido por entender bastante el portugués de Amado, seguí leyendo el siguiente párrafo, y en él se decía:

Foi realmente noite memorável, como anunciara doutor Teodoro e deram conta as gazetas. Breve, reduzida conta - queixou-se nosso doutor ao ver suas decisivas alocuções e tôdas as demais espremidas numa frase incolor com nomes incompletos: (…).

Nuestras amigas traductoras convirtieron este párrafo en lo siguiente:

Fue una noche memorable, como había anunciado el doctor Teodoro y dieron cuenta las gacetas. Breve, reducida noticia, se quejó nuestro doctor al ver su decisivo discurso y todos los demás expresados en una frase incolora con nombres incompletos: (…).

jorge-amado La palabra espremidas me sonó a la castellana exprimidas. Por supuesto, no entendía por qué habían convertido alocuções en discurso (además en singular), ni el falso subjuntivo original en un pobre pasado, no sólo perdiendo fidelidad con el texto de Amado, sino banalizando de algún modo su lenguaje. Pero busqué la palabra espremidas, y descubrí algo curioso: espremer significa en castellano exprimir, apretar, comprimir. Y si buscamos la palabra portuguesa para expresar encontramos la portuguesa exprimir. Es obvio que nuestras amigas, con esas prisas propias de tantos traductores, confundieron espremidas con exprimidas. Por supuesto, entre esto:

Fue una noche memorable, como había anunciado el doctor Teodoro y dieron cuenta las gacetas. Breve, reducida noticia, se quejó nuestro doctor al ver su decisivo discurso y todos los demás expresados en una frase incolora con nombres incompletos: (…).

…y esto:

Fue una noche memorable, como anunciara el doctor Teodoro y dieran cuenta las gacetas. “Breve, reducida cuenta”, se quejó nuestro doctor al ver sus decisivas alocuciones y todas las demás comprimidas en una frase incolora con nombres incompletos: (…).

…hay un mundo, sobre todo si estas deficiencias se repiten durante más de seiscientas páginas. El libro se transforma en otro, en algo mucho más plano, y sobre todo en una novela muy diferente a la que escribió el autor. Por supuesto, siempre que consideremos que la literatura no consiste sólo en referir de forma más o menos coherente y comprensible una historia, sino mucho más. Estos errores me demuestran que lo que estoy leyendo no es ni de lejos lo que Amado dejó escrito, y me hace desconfiar de cada término, de cada palabra que estas mujeres eligieron para interpretar a Don Jorge. Y me anima a aprender portugués, claro. ¡Pero qué pesadez esto de ser un quejica y viejo protestón!

Amado y Zelia

viernes, 8 de mayo de 2009

Y la banca gana...

También el Defensor del Pueblo Andaluz acaba de pronunciarse. Incluso a Emilio Calatayud, este juez que tanto gusta por sus sentencias ejemplares e imaginativas, han conseguido sacarle los voraces periodistas unas declaraciones en contra de la subasta de chiquillas. No sólo la Ministra, miembra insigne de nuestro ejemplar Gobierno, no, todo el país clama venganza contra esos empresarios desalmados que obligan a unas adolescentes a entregarse por ¡dinero del Monopoly! Y es que si subastar adolescentes resulta indecente, hacerlo con dinero de mentira ya es indignante...

Este país es repugnante. Nuestra sociedad es repugnante. Tomemos un quiosco y observemos las revistas que se venden. Encendamos la televisión y analicemos las mil series y películas que se emiten no sólo en horario de adultos, sino en cualquier horario, y a las cuales andan colgados encofradores y poetas, repartidores de pizza y catedráticos eméritos. Repasemos con unas gotitas de objetividad los hábitos de un número bien significativo de jóvenes, y preguntémonos a continuación qué tiene ver todo ello con la cultura y con la inteligencia. Las modas y sus pasarelas, las misses y las subastas legales de carne en exitosos programas televisivos, los braguetazos (ah, delirio sumo, ya sin distinción de género) de mujeres florero y de niñatos de encefalograma plano, las bodas, bautizos y comuniones de alto copete, el glamour mentecato chorreando de los tejados, ministras con roperos kilométricos... Las cosas que tiene la libertad, dicen algunos. Pero ahora toca indignarse con esos brutos que montaron una discoteca para ganar dinero, y que va a resultar que son los que inventaron el maldito capitalismo. Y con un montón de adolescentes que juegan a lo que juegan todos los días niños y niñas antes las narices de la Señora Ministra, del Fiscal General del Estado, del Defensor del Pueblo Andaluz y de la sufrida ciudadanía, sin que nadie diga “esta responsabilidad es mía”. Un montón de adolescentes que, por cierto, se bañan todos los fines de semana en alcohol adulterado, sin que ninguno de estos impresentables vaya más allá de una estúpida lamentación. ¿Es función de una discoteca de mala muerte compensar la desastrosa política de servicios sociales (ah, olvidado desarrollo comunitario), la ridícula política educativa (ah, aquellos escenarios pintados por José Ramón en los primeros panfletos socialistas de la democracia) o la política cultural... gilipollas que sufrimos en este país? Como bien dice mi buen amigo Alfonso, creo que no sólo deberían abrir diligencias a los empresarios de la discoteca por corrupción de menores, sino también por desfalco a la banca del Monopoly, por robo de billetes del juego, por compra masiva de calles de Madrid alterando los precios del mercado y por competencia desleal. Eso sí, añado yo, con la atenuante de estar proporcionando a toda esta gente guapa una buena excusa para indignarse y creer que, con esas frases manidas y ampulosas, justifican los sueldazos que les pagamos.

martes, 5 de mayo de 2009

Candela

El infierno de la prisa… La aceleración desdibuja el escenario, los objetos se emborronan, se desvanecen los matices, las tiernas punzadas se esfuman en ese fluido de nada, viajando a la velocidad de la muerte.

Ahora una candela crepita a sus espaldas, y no sabe cuánto tiempo ha permanecido ahí, quieto, silencioso y desocupado, con los ojos fijos en el rojo vivo de sus latidos. La noche se derrama sobre él con su inconsolable modo de mencionar los rescoldos del pasado, o las ascuas de un presente menesteroso, o las incertidumbres de un futuro donde algunas puertas se cerrarán lentas, taciturnas y afligidas. Sí, se siente tan cansado de ser él mismo…

Esos senos dispares, y esas manos pequeñas y rudas cuyo espejismo acaricia sin descanso tras una breve vida entera de extravío. O el jardín perfecto de unas palabras que acarician su alma con sus juegos, que tejen canciones y anuncian deleites que nunca, nunca vendrán más acá de su sueño. Ah, esos caminos anochecidos ahí delante, donde los miedos entibian al pecado, donde sabores ardientes se disipan perdidos por las calles vacías de una ciudad fascinante.

Pero hoy se detuvo ante la candela, ante las maderas que ahora, marchitas, se van durmiendo, y quiso dejar de mirar al mundo para prenderse del rojo excesivo donde la vida no puede ser. Quiso suspenderse ante el fuego, quemar sus pensamientos y ser nadie, librarse de ese difuso dolor de estómago que es puro síntoma de otro antiguo e incurable malestar del alma. Quiso, iluso, enajenarse en el baile casual de unas brasas, en la supuesta sencillez del tiempo y el sufrimiento, rindiéndose al calor absorbente de una candela…