lunes, 31 de diciembre de 2007

El Pescaílla

No recuerdo su nombre, porque todos le llamábamos el Pescaílla. Protagonizó luego un episodio del que me vanaglorio siempre, sobre todo cuando quiero demostrar que a las buenas soy un santo, pero que a las malas no hay quien supere mi mala sangre, y es que mucho después de aquello el Pescaílla me vino a pedir un favor, que no quería hacer guardia el sábado inmediato, que tenía quehacer, y entonces yo le dije que era verano, que más de la mitad de la tropa andaba de vacaciones, y que no podía hacer nada, que él sabía que yo no escatimaba los favores, pero que alguien debía cubrir aquella guardia, y que si no era él no había nadie más. Entonces el Pescaílla se me puso farruco, y yo, cansado de las cábalas para cuadrar el listado de servicios y harto del egoísmo de cada uno, le dije por teléfono, soldado mandón y ejemplar, que él iba a hacer aquella guardia porque a mí me salía de los cojones. Así se lo dije, porque yo cuando me pongo…

Pues aquello lo protagonizó el bueno del Pescaílla, eso sí, unos meses antes, de reclutas, cuando nos llenaban el día de charlas extravagantes y ejercicios que más que instrucción eran sanciones y escarmientos. El Páter, un comandante de tez cerúlea y fantasmal, como corresponde a todo buen enviado de Dios, nos arengaba sobre nuestro papel fundamental en la salvación de la Patria, salpicando su desmañado discurso de referencias al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. En cierto momento, de entre las cabezas que plagaban los asientos y el suelo de la estancia, surgió un brazo blanco e inocente. “A ver, tú, ¿qué quieres?”. Y el Pescaílla que suelta: “Mi Páter, que me estaba preguntando yo, que si Usía dice que Jesucristo murió por todos nosotros, y que cuando alguien lo abofeteaba ponía la otra mejilla, y todo eso que Usía dice, que por qué entonces nosotros tenemos que coger los cetmes y luchar y defender con la fuerza a la Patria…”. El Páter no dudó un instante: “¡Pero eso fue Jesucristo, hijo mío, Jesucristo! ¿Cómo vais vosotros a compararos con Jesucristo? Vosotros tenéis que luchar y defender a la Patria, porque Jesucristo es Jesucristo y vosotros sois vosotros. Cada uno a lo suyo”. El Pescaílla se volvió a sentar en el suelo no demasiado convencido.

El Páter acabó su perorata, y se fue con su lánguido pasito por donde había venido. Un cabo liliputiense y con aspecto troglodita nos mandó a callar, y como alguno trataba de seguir charlando tras una pequeña columna, le espetó: “¡Eh, tú, no te escuendas!”. Enseguida entró un teniente muy apuesto, con una gorra demasiado deslucida para su porte marcial, y nos explicó con detalle el funcionamiento y composición de las granadas de mano. Otro día cuento cuando en la instrucción nos hacían apuntar con el cetme al Cristo del Sagrado Corazón de San Juan de Aznalfarache.

(Sugerido por el certero artículo de Manuel Jabois, Vestidos como putas)

sábado, 29 de diciembre de 2007

El puñal y la zapatilla

Gracias a Dios que sólo ha sido un sueño. Era una noche sin luna, y el maldito diablo me perseguía sin descanso, proyectando hacía mí su sombra nocturna por la calleja de tierra, con esa chistera de Tío Sam, delgado y enorme, como una endrina mantis religiosa, con esos ojos inyectados en sangre, con la luz muy atrás, alargando aún más su sombra que me adelantaba acorralándome, aunque yo igual corría y corría sin parar por el suelo de tierra de la calleja perdida, entre las puertas cerradas y el silencio irrespirable, pero él daba unas grandes zancadas, irónicas, sin correr me mantenía cerca, y alzaba el puñal apuntando a mi espalda, hacia la claridad de mi pijama, cada vez más cerca de su brazo de insecto gigante, silencioso como las puertas, pero inflexible en su paso, con trancos formidables, asesino de niños perdidos en la noche, entre las casas calladas, y yo corría, corría hacia ningún sitio, hacia la oscuridad, sobre la sombra del perseguidor, cercado por el cuchillo y su proyección oscura y afilada que rozaba mis pies, que se adelantaba, que se marchaba ahora justo cuando yo tropezaba y perdía una zapatilla en el silencio insoportable de aquel suplicio, y con un pie descalzo me acurrucaba en el vano de una de las puertas, y cerraba mis ojos fuerte y apretaba los brazos alrededor de mis piernas, y me ovillaba para hacerme pequeño, tan pequeño, imperceptible, inexistente, sintiendo el frío del cemento en el pie descalzo, y aguardando al destino, pero entonces desperté. Y gracias a Dios que sólo ha sido un sueño, y que ya es de día, porque ahora estoy seguro de que en algún sitio encontraremos esa maldita zapatilla, y que no tendré que volver al sueño para buscarla…

jueves, 27 de diciembre de 2007

Una perfecta tontería

Podría escribir un poco más sobre la melancolía, ensañarme blandiéndola contra todos los que dejáis que la Navidad inunde vuestras venas con su aliento blanco y esperanzado. Al fin y al cabo, me siento casi como un enviado del puro Demonio para corromper los buenos deseos y el optimismo de tanta buena gente, gente que, de todos modos, tienen la misma razón que yo al ponerse enfrente de la melancolía: ninguna.

Podría escribir sobre los entresijos de un gran catarro, sobre este deseo ingobernable de dormir, de cerrar los ojos y dejar que tus huesos descansen hasta quién sabe cuándo, confiando en que los virus sean de buena familia y se marchen cuando acostumbran, sin gastarme más tiempo del imprescindible. Y contaros sobre la visión de mi libro cerrado sobre la mesa, recién empezado, y los niños que van de aquí allá viendo a su padre fatal, y la madre que se cansa de hacerlo todo...

Podría escribir sobre mis deseos, sobre este optimismo integral e insistente que me vence y que siempre se confunde con el pesimismo...

Pero sólo se me ocurre escribir sobre una perfecta tontería, aunque bien mirada, también merece la pena: por favor, os lo pido a todos, a vosotros y a todo el mundo, a cada uno de los habitantes de este mundo, no pongáis una coma entre el sujeto y el verbo, de veras, creo que es lo único que me producirá algún día una depresión...

lunes, 24 de diciembre de 2007

¿Será posible...


...que de esta bacanal de la muerte, que también de esta abominable fiebre sin medida que incendia el cielo lluvioso del crepúsculo, surja alguna vez el amor? FINIS OPERIS (Thomas Mann, La Montaña Mágica).

viernes, 21 de diciembre de 2007

La virtud del silencio

Enka me preguntó qué es la melancolía. Yo le contesté, escribiendo así, a vuelapluma, sin pensarlo demasiado, sin afán de coherencia, como más me gusta: “La melancolía es una luz oscura que nos rodea cuando miramos con indebida atención... O el brillo de esas certezas que acuden en auxilio de la vida cuando quieres comértela. El mismo amor es pura melancolía...”. Luego le reconocía necesitar unas vacaciones de mí mismo. El silencio es una virtud que sólo la música y algunas voces muy señaladas deberían poder interrumpir.

lunes, 17 de diciembre de 2007

A vueltas con el limón




Dijiste que Miguel Hernández nos había hablado del limón, unos versos hermosos, y lo que dijo fue:


Me tiraste un limón, y tan amargo,
con una mano cálida y tan pura,
que no menoscabó su arquitectura
y probé su amargura, sin embargo.

Con el golpe amarillo, de un letargo
dulce pasó a una ansiosa calentura
mi sangre, que sintió la mordedura
de una punta de seno duro y largo.

Pero al mirarte y verte la sonrisa
que te produjo el limonado hecho,
a mi voraz malicia tan ajena,

se me durmió la sangre en la camisa,
y se volvió el poroso y áureo pecho
una picuda y deslumbrante pena.


Es cierto lo que dijo, varias veces cierto. Y también lo que dije que decía Kiko:

Salta la rana, brilla la luna,
por la ventana una aceituna
eres tú,
por tus huesos voy,
eres tú.
Me tiraste un limón
y me diste en to la frente
son las cosas del amor
esa estrella reluciente.
Las cosas que yo sé
las sabe un tonto cualquiera
mi corazón va solito
por la carretera.

Y también tenía el hombre razón. La cosa está en dejar de transitar las noches, las del alma y las del día, para evitar estos vacíos tan inconmensurables...

miércoles, 12 de diciembre de 2007

High Broken Stillness


Como un vagabundo... (Meme: mi txoko)

Ruth me invita amablemente a seguirla en un Meme que inaugura Maripuchi. La cosa consiste en mostrar una foto del lugar donde solemos concebir todas estas locuras que compartimos en los blogs. Yo he de reconocer que en casa soy un paria, alguien expulsado de todos los lugares con pinta de estudio. Me quedé sin él, sin mi estudio, cuando mis hijos se hicieron lo suficientemente grandecitos como para requerir una habitación para ellos solos, y la mesa de mi habitación se la quedó mi mujer por aquello de andar la pobre mía estudiando unas oposiciones. Además, está tan lejos del módem, y a mí me da tanta pereza organizar conexiones sin cable o largas conexiones con cable... Así que me conformo con arrimar el ordenador a la mesita del salón, y ahí me pongo a teclear hasta las tantas. Admito adopción a cambio de un rinconcito apañado...

Y bueno, claro, debería invitar (es una forma de hablar, claro) a varias victim... digo, amigos y amigas a que nos mostraran sus cálidas madrigueras... Ejem... Bueno, pues invitaré (amablemente) a Raquel, Diarios, Elita, It y Lula. Sé que no me odiaréis eternamente...

miércoles, 5 de diciembre de 2007

De la buena y la mala literatura

Nuestra amiga Ruth, en una como siempre delicada entrada de su blog titulada Buen vino y mejor literatura, atiende al tema de la buena y la mala literatura. En esta entrada, resumiendo toscamente el directo y brillante texto de nuestra amiga, Ruth hace prevalecer el gusto y el disfrute personal sobre otra consideración a la hora de decidir si una obra literaria es mala o buena.

Pidiendo perdón por el mal juego de palabras, siento disentir con Ruth y con los primeros comentaristas de su texto, que abundan en su tesis y la apoyan. Por supuesto, considero que la emoción, la transmisión de sentimientos y el interés de los contenidos son requisitos de la buena literatura, pero no constituyen los únicos requisitos que hacen de un texto buena literatura. De hecho, hay emoción, sentimientos e interés en otras muchas expresiones que no podrían ser nunca consideradas ni siquiera artísticas, y cuando estas expresiones están formuladas por escrito su aceptación en nombre del derecho al gusto personal (inalienable, faltaría más) nos dejaría flotando en un mar donde todo valdría. O mejor sería decir, donde cualquier cosa sería valiosa desde el punto de vista literario con tal de que le gustara a alguien. Creo que confundimos (en un error muy extendido en el que, en un lugar o en otro, todos caemos con facilidad) el gusto personal, y el derecho que todos tenemos a él, con la valoración de una disciplina artística y de sus obras. En esta disciplina también interviene el gusto, pero éste debería tender a refinarse, y no a refinarse para hacernos más refinados y cultos, sino ante todo para hacernos disfrutar cada vez más, para que las sorpresas que uno se lleva con estos pequeños tesoros que son los libros sean cada vez más intensas e inolvidables.

Ruth pide una definición, y a continuación expone varias características que, en su opinión, nos podrían ayudar a valorar una obra literaria: una buena gramática, una buena estructura, un tema interesante, imaginación, vocabulario correcto, credibilidad y en general una historia que “te haga lamentar haber acabado el libro”. Es una lista sin duda apropiada, pero claro, estos criterios pueden ponderarse, y unos darán más importancia a la estructura, otros al tema, aquélla a la imaginación y éste a que consiga echar una lagrimita al final del libro. Leyendo a Ruth recordaba que de pequeño, con unos diez años, rodeado de una gran familia extensa, por mi casa pululaban siempre varios ejemplares de fotonovelas, que eran devoradas con fruición por las mujeres de mi casa. Corín Tellado era la autora más leída en mi casa, y lo siguió siendo muchos años hasta que conseguí que mi abuela, ya postrada en su sillón, se bebiese todo lo de Agatha Christie, Simenon y Conan Doyle. Te puedo asegurar que pocas veces he encontrado más emoción, más sentimientos y más interés en ninguna obra artística que en esas historias truculentas y apasionadas. Sólo en la vida real me han ocurrido sucesos más emocionantes que aquellos que le leí a esta buena mujer. De hecho, se dice que Corín Tellado es, entre los autores en lengua castellana, la más leída después de Cervantes. Ahí es nada. Ahora bien, ¿se la puede considerar una buena escritora? Sus obras, ¿son buena literatura? ¿Son literatura? Aquí es donde quiero incidir sobre una aspecto relevante del asunto: a mí, así, a bote pronto, me importa bien poco si Corín Tellado es o no es literatura, lo que me importa es que si al coger alguno de sus textos me siento capaz o no de leerlo, y por supuesto ahora no me siento capaz, y no por insuficiencia mía sino del texto. Aquel interés, aquella emoción y aquellos sentimientos que la obra conseguía comunicarme en mis diez años se han atenuado o han desaparecido. Ahora ni siquiera la catalogaría como una obra de formación del lector, porque desde ese punto de vista cualquier cartel publicitario o cualquier panfleto evangelista también lo serían. De entrada, y basándome en cierta sensibilidad lectora que he ido adquiriendo en estos años, y que hasta ahora me ha llevado a leer obras muy hermosas, supongo que la obra de Corín Tellado debe ser una bazofia literaria porque me resulta imposible leerla.

Quiero decir que no deberíamos colocar nuestro objetivo en la determinación de qué obras son buenas y cuáles malas, sino en el crecimiento personal, en ir aprendiendo a leer, de forma en gran parte inconsciente, guiados precisamente por ese gusto que ensalza Ruth, pero no por un gusto estático y final, sino abierto y ambicioso. Más que lamentar el final de una buena obra, deberíamos ansiar esa sensación mitad terrible, mitad deliciosa de preguntarnos al final ¿y ahora qué puedo leer que no me decepcione?

Lo que tal vez nos engaña es el papel que desempeña el gusto personal en todo este tinglado. Nunca pude leer a Rowling y a sus deslavazadas historias de imaginación al por mayor. Y creedme que lo intenté, que compré alguno de sus libros, que traté de leérselos a mis hijos (que tampoco los soportaron), y que aficionado a este tipo de obras quise leer algo para poder entender su impresionante éxito. Pero nada, no pude. Sin embargo, soy un enamorado de Tolkien, sobre todo de sus tres grandes obras (Silmarillion, El Hobbit y El Señor de los Anillos). Me aburre su amigo Lewis (Narnia es una obra con momentos de extremo ridículo), y considero bastante simple al bueno de Ende. En cuestiones de imaginación, a mi juicio Poe es uno de los más grandes. Digamos sin temor a equivocarnos que cualquiera reconocería la distancia cualitativa que existe entre Rowling y Corín Tellado, aunque seguramente habrá alguno que me discuta el gusto mayor por Tolkien sobre Ende o Rowling. Muchos menos serán los que pondrán en tela de juicio la grandeza de Poe al lado de casi todos los mentados... Juro que me fastidia una barbaridad verbalizar estas escalas del gusto, pero lo cierto es que existen, y existen con ciertos parámetros objetivos que impiden que a nadie en su sano juicio se le ocurra conceder más calidad a la Tellado que a Poe. Porque si la cuestión es de puro gusto, ¿quién me impediría afirmar que la asturiana le da varias vueltas al estadounidense?

Y aquí llegamos a la parte final de mi planteamiento, sin la cual todo esto que he dicho probablemente podría malentenderse: todos tenemos el derecho a leer lo que nos dé la gana. Pero aún más, todos tenemos derecho a ir formándonos en la lectura, y a no entender y no disfrutar, en determinados momentos de nuestro camino, de determinadas obras maravillosas, pero sí de otras obras menores. ¿Quién podría decir que esos versos de la alumna de Ruth no son increíbles, y un germen de literatura si no literatura misma? ¿Quién podría decirle a aquel niño que, sin haber leído casi nada, se bebía las fotonovelas de su abuela, que aquello no era literatura, y que lo que debía hacer es leer El amor en los tiempos del cólera? Aunque nadie, supongo, tendrá la más mínima duda de que en cualquier frase de la obra de García Márquez hay mucho más romanticismo que en toda la obra completa de Corín Tellado. Supongo...

La Rossa

Me van a coger un rato de serenidad, no los entretendré más de diez minutos, y se me aseguran que nadie les molesta. Colocan el volumen en un punto bien audible, y si el ambiente es ruidoso se me ponen los auriculares. Luego pulsan en el botoncito y se me introducen en esta obra de arte, una de esas de las que ya les hablé en otro momento. Les transcribo la letra de la obra, aunque si no saben inglés no se me encojan, que les traduzco su última estrofa, y con eso ya se embarcan sin miedo:

¡Llévame, llévame ahora y mantenme bien
dentro de tu cuerpo de océano,
arrástrame a la costa como los restos de un naufragio,
y allí déjame yacer por siempre!
¡Ahógame, ahógame ahora y mantenme hundido
ante tu hambre desnuda,
quémame en el altar de la noche...
dame vida!


LA ROSSA

Lacking sleep and food and vision
here I am again, encamped upon your floor,
craving sanctuary and nourishment,
encouragement and sanctity and more.
The streets seemed very crowded,
I put on my bravest guise-
I know you know that I am acting,
I can see it in your eyes.
In the harsh light of freedom I know
that I cannot deny that I have wasted time,
have frittered it away in idle boasts
of my freedom and fidelity,
when simpler words would have profited me
most...
...it isn't enough in the end, when I'm looking
for hope.
Though the organ-monkey screams
as the pipes begin to spit
still he'll go through the dance routines
just as long as he thinks they'll fit,
just as long as he knows that it's dance, smile-
or quit.

Like the monkey I dance to a strange tune
when all of these years I've longed to lie with you,
I've bogged myself down in the web of talk,
quack philosophy and sophistry-
at physicality I've always baulked,
like the man in the chair who believes it's
beyond him to walk.
I've been hiding behind words,
fearing a deeper flame exists,
faintly aware of the passage
of opportunities I have missed.
But the nearness and the smell of you,
La Rossa from head to toe...
I don't know what I'm telling you,
but I think you ought to know
soon the dam wall will break, soon the water
will flow.
Though the organ-monkey groans
as the organ-grinder plays
he's hoping, at the most,
for an end to his dancing days;
still he hops up and down on his perch
in the usual jerky way.
Though it might mean an end to all friendship
there's something I'm working up to say.

Think of me what you will;
I know that you think you feel my pain-
no matter if that's just the surface.
If we made love now would that change all
that has gone before?
Of course it would, there's no way it could ever
be the same...
one more line crossed,
one more mystery explained.
Now I need more than just words, though
the options are plain that lead from all
momentary action.
If we make love now it will change all
that is yet to be...
never could we agree in the same way again.
One more world lost,
one more heaven gained.

La Rossa, you know me, you read me as though
I am glass;
though I know it there's no way in which I can
pass-
though it means that you'll finish my story
at last I'd trade all the clever talk,
the joking, the smoking and the quips,
all the midnight conversations, all the friendship,
all the words and all the trips
for the warmth of your body,
the more vivid touch of your lips.
All bridges burning behind me,
all safety beyond reach,
the monkey feels his chains out blindly,
only to find himself released.

Take me, take me now and hold me deep
inside your ocean body,
wash me as some flotsam to the shore,
there leave me lying evermore!
Drown me, drown me now and hold me down
before your naked hunger,
burn me at the altar of the night-
give me life!

Van Der Graaf Generator
La Rossa

(Hammill)

domingo, 2 de diciembre de 2007

¡Qué risa, María Luisa!

Como casi todos los políticos, al menos como todos los políticos que han triunfado, Magdalena Álvarez, Ministra de Fomento, actúa con una inconcebible tranquilidad y sin buscar responsables ante un problema como el que ha descabalado durante semanas la rutina de un montón de barceloneses. Por su parte, los políticos catalanes no han tardado en intentar rentabilizar el problema para sus tesis nacionalistas, y como casi todos los políticos, sobre todo los que han triunfado, demuestran un grado de hipocresía realmente repugnante.

He de reconocer que escribo este texto porque escuché que alguno de estos políticos nacionalistas, no sabría decir quién, reprendió a la Ministra el humor con que se tomó el asunto, añadiendo (para redondear la estupidez) que “para los catalanes el humor se produce cuando las cosas funcionan bien”. Dado que la Ministra es andaluza, imagino que el listo de turno quiso decir algo así como que los andaluces, así, en general, le encontramos la gracia a todo, incluido lo que no la tiene. Por supuesto, no reconozco que este individuo hable por todos los catalanes, claro, entre los que hay buenas y malas personas, tontos y listos en semejante proporción a la que se da entre los andaluces (véase el ya citado librito de Cipolla, Adagio ma non troppo). Tampoco creo que las virtudes de nuestra Ministra puedan ser extrapolables a todos los andaluces, adjetivo impreciso donde los haya.

Yo decía lo de la hipocresía porque toda esta gente que, tal vez con razón, hoy se manifestó para pedir que las competencias en infraestructura pasen al gobierno de la Generalitat no ha pensado demasiado en un par de asuntos: ¿dónde han estado todos los políticos catalanes justo hasta que ha estallado la crisis del transporte en Barcelona? ¿Hubo alguno que avisase sobre el inminente desastre, o andaban todos muy absortos en sus coches oficiales? Y segundo: dado que las competencias en materia de Salud están transferidas a la Generalitat desde hace ya bastante tiempo, ¿alguien podría explicarme por qué el sistema sanitario catalán funciona tan horriblemente mal? Al menos, esa fue mi experiencia, y eso escuché de muchos usuarios el 26 de diciembre del año pasado, día de San Esteban, en el que tardé doce horas en que un médico reconociera a mi hijo mayor, que sufría de gastroenteritis, y eso luego de visitar tres hospitales y un ambulatorio, y de hacer varias llamadas al Servei Català de la Salut, e incluso a Urgencias, consiguiendo en todos estos intentos una respuesta bastante inhumana y como poco impropia de un lugar civilizado. En los distintos lugares donde esperamos, mi hijo de 13 años vomitando y sintiéndose muy mal, y mi hijo de 11 y yo sin haber desayunado y habiendo tomado en el día sólo un bocadillo improvisado, todos nuestros compañeros de espera, con niños pequeños que padecían fiebre alta y se encontraban incómodos y tristes, hablaban de que aquello no era raro, y que estaban ya muy hartos de la atención sanitaria que recibían. Alguien comentó que debía ser así para favorecer los seguros médicos privados, pero una señora repuso que ella tenía un seguro médico privado y que también le ocurría esto. El día de San Esteban es fiesta en Barcelona, y obviamente las urgencias deben ser más lentas. En muchos años de visitar los servicios de urgencia sanitaria en Sevilla en ninguno de ellos esperé más de dos o tres horas, y en el peor de los casos un médico reconoció al niño, siquiera superficialmente, al poco de llegar a dichos servicios. Tal vez sea otra razón más por la que algunos de los andaluces de los que parece hablar ese bobo de antes andemos siempre con chistes y buen humor…

Pd.- Tal vez este texto, que trata sobre una pandilla de filibusteros y no sobre los catalanes (adjetivo impreciso donde los haya), podría parecerle al Señor Pujol otra muestra de la falta de “respeto a los catalanes”, tan generalizada en España (?), pero para que se calmen él y sus cofrades yo le repetiría el comentario que hizo mi mujer cuando escuchó todo eso de que Cataluña está pisoteada y maltratada por España: “¡Je, je, que se lo digan a Teruel!”. En fin, ganas de enfrentar a la gente, es de lo que viven estos piratas…